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tarjeta percisamente de Ríos Sánchez para que le diese un empleo y
su hermano se lo dió.
Mirta, —¿Y de eso que dice el diario, que hay de cierto?
Conrado. — No sabría decirle.
Mirta. — Eso se une a lo otro, Hay razón para estar desesperada.
Conrado, Por mas que yo tengo en muy mal concepto al padre
de la señora Esperanza, a don Rosendo, no creo que sea exacto, al
menos como lo pintan los diarios de esta mañana...
Mirta. — Sin embargo, los datos son bien precisos. Si no fuese
verdad, ¿usted cree que los diarios se atreverían a hacer una acusación
semejante ?
Conrado.— los diarios de oposición se atreven a todo, y como
la libertad de imprenta y la libre emisión del pensamiento suele no
tener límites en éstos países nuevos, no sería raro que todo fuese
mentira.
Mirta. —No se dice que un hombre hace negocios Con los trans-
portes, las subsistencias encarecidas a causa de la guerra, y que tiene
una especie de agencia con su suegro a la cabeza, si todo eso no tie-
ne un grado de verdad.
Conrado.
» debería decirse.
Mirta. — Habrá una ley que castigue a los impostores...
Conrado. — Naturalmente, pero de ella no se hace uso.
Por otra parte, usted habrá observado que los cargos no se diri-
gen directamente al ministro ni a su suegro. Parece más bien un tan-
teo... una insidia...
Mirta. La caricatura que le han hecho a Juan Alberto en “La
Acción” es concluyente. No deja lugar a dudas que el que tiene esd
agencia es él y a su frente esté don Rosendo...
Además, yo no sé,.. Me hace el efecto de que me encuentro en
un centro donde hay la sombra de un delito...
(Se pone de pié y hace un movimiento para retirarse)
Conrado. — ¿De manera que usted desea poseer esa carta que le
ofrece el señor Gordana, que quiere tener una entrevista con él?...
Mirta, — Sí.
Conrado, — ¿Dónde?
Mirta. — Donde a usted le parezca mejor. No tiene más que es”
coger un sitio.
Conrado. — Todos los sitios son malos; el menos malo es $u pro”
pia casa de usted.
Mirta. — ¿Aquí?
Conrado, — Sí; aquí.
Mirta. — Pues hágalo venir. Luego si le parece bien... Cuanto
más pronto mejor.
Conrado. —$Si le llega a encontrar aquí el Ministro, o cualquier?
otro que le conozca daremos un pretexto. Diremos que es por otra
cosa...
Mirta, — Arréglese usted,
Conrado. — Muy bien,
Ahora mismo voy en su busca, es decir; le hablaré del despacho
por teléfono.