138 ALEJANDRO CHRISTOPHERSEN
vincula: esa es la alta misión de la mujer. Ella con su
perspicacia que todo lo adivina, crea ese nido y lo ador-
na. No es el arquitecto que construye la casa, grande o
pequeña, el que crea el hogar: él hace el edificio, él tra-
duce, tan solo, las inspiraciones que la dueña de casa
le comunica, él le dá forma a sus deseos y a sus coque-
terías y pone todo su conocimiento, todo su arte y toda
su empeño en traducir todo aquello que, incompleto, se
esboza con timideces y con dudas en ese cerebro feme-
nino que busca la sonrisa y el encanto a su castillo de oro,
a ese “nido risueño y alegre”. El nido es ella, porque lo
ideó, es ella porque le corresponde alhajarlo, adornarlo
y hacerlo vivir.
Como dice un poeta en La Cosecha: “Busca dentro de tí
la resolución de todos los problemas y acertarás siempre,
pues dentro de tí llevas la luz misteriosa de todos los
secretos”,
La mujer concibirá, la forma de hacer el nido risueño
que desea; buscará la distribución amable, sin teatralidad
que responda a sus necesidades y a sus medios de for-
tuna... su nido, que responde a su vida diaria, a sus
anhelos y no al afán de lucimiento de un día de fiestas
y de sararos, y acontecimientos que solo se producen en
determinados días de la vida y que escasamente pesan en
Jcancebira
1 sarao