A
Dedicatoria
Por la larga y penosa ruta que termina en escarpada
colina, sobre cuya cima se destaca el templo glorioso de la
fama, por esa ruta llena de escollos se encamina el pere-
grino de arte, anheloso de llegar a la lejana meta, donde
cree le espera la gloria que tanto ansía, pasando por enci-
ma de las espinas que siembran el camino, vacilante y fa-
tigado hasta caer vencido sin alcanzar su anhelado objeto.
Aquellos que el destino ha elegido, aquellos seres privi-
legiados, a quien Dios diera el genio y el talento en patri-
monio, aquellos siguen tranquilos por la gloriosa vía y pe-
netran en el templo, donde el triunfo les espera para grabar
sus nombres en la lista de los inmortales.
Estos, guiados por el dedo del destino, sm tropiezos, lle-
gan, porque el instinto los preserva de perderse por las
floridas sendas que, tentadoras, desembocan a ambos la-
dos de la estrecha ruta, mientras otros, arrastrados por la
curiosidad o guiados por un espíritu de contradicción o