a
““ do hoy día, en países inferiores, tomando en
“esos países lejanos los elementos menos desea-
“bles. Mientras el Norte y el Oeste de Europa
““ enviaban a los Estados Unidos una élite ambi-
“* ciosa, celosa «le su mejoramiento y de su liber-
“* tad, el Sud y el Este enviaban ignorantes, des-
“* contentos y malhechores””. Los italianos, sobre
todo, son los que más han interesado a los trata-
distas americanos, habiéndolos desde los más en-
conados detractores hasta los defensores más sin-
ceros. Naturalmente, como en todo, el término me-
dio cabe. El error proviene — según Salvy — de
querer hacerse una idea general sobre los italia-
nos, lo que es imposible, porque los de una ¡pro-
vincia son distintos de los de otra, no sólo en su ca-
rácter y costumbres sino también en la lengua.
Los italianos del Norte son trabajadores, y pere-
zosos, díscolos y pendencieros los del Sud; pero
como, precisamente, la mayor inmigración italia-
na a Estados Unidos (y lo mismo sucede con la
República Argentina) es meridional, hay razón
para el juicio que en América se ha generaliza-
do :acerca de los peninsulares, al extremo de ha-
herse podido decir con verdad en Nueva York, con
motivo del affaire Caruso, que la inmigración me-
ridional italiana pertenece a la “turba de Nápo-
les”, a la “espuma de Sicilia”. Se explica, así,
que los meridionales hayan sido calificados oficial-