NUPCIAL 17
—¿Y el niño que esa pobre madre pone :
bajo tu amparo, en dónde está? ¿qué pien-
sas hacer con él?
—La verdad, pues, la verdad es que yo
pensaba enviarlo al asilo.
—/¡Al asilo! ¡al asilo! ¡Cómo! Tú que
has recibido educación, enseñanzas mora-
les, ¿vas a obrar como los miserables ?
—Pero, madre, ¿qué quieres que haga?
—Lo que hace un hombre honrado. Acep-
tar las consecuencias de tus actos. Me pe-
días un consejo y te doy un mandato. Re-
coge, y educa a, ese niño.
—Pero la gente, nuestro círculo, ¿lo apro-
barán ? —preguntó el hijo.
—Para las cosas que nuestra conciencia
aprueba no hace falta la aprobación de
nadie.
“ En aquel momento se oyó el llanto de
un niño. : :
—¡Cómo! ¡Quél ¿Qué es cso?. ¿El
niño está aquí? —preguntó la señora asom-
brada. : :
—Sí, madre, aquí lo tiene usted—dijo An-
drés, quitando el biombo.
— Jesús, María y José me valga! —gritó
Angelita, apretándose las sienes con las ma-
nos. Durante unos momentos se quedó en
silencio, como embargada. Luego se acercó
al niño y lo envolvió con manos expertas.
Su ceño duro desapareció y por su noble
rostro, enfermizo y dulce, pasó una son-
risa. Lo tomó en brazos y se puso a arru»
llarlo. ;
Andrés miraba a su madre. Aquella fi-
gura augusta crecía a sus ojos. Así, con
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