NUPCIAL : 79
de esta casa era para no volver a entrar;
si imaginara que los sueños míos y de An-
drés no habían de realizarse, me. moriría,
créalo usted, Angelita, me moriría.
ciel decir esto una ola de lágrimas le
subió a los ojos.
—¿Qué pasa? ¿las dos llorando ? —dijo
Andrés que entraba.—¡Vaya, vaya, qué ni-
_ferías l ¡Una separación de unas cuantas
semanas |!
Se serenaron. Elena se arrodilló de nue-
vo frente a su baúl y continuó empacando.
—Oye, hija—dijo Angelita,—no lo empa-
ques todo, es preciso que dejes algunas.
- prendas de ropa para que tus donas te
queden bien.
— | Cabal! —dijo Andrés.
—Dejaré el vestido azul. Es el que. me.
- queda mejor.
«—Bueno—dijo la anciana, y dí con
- Su VOZ candorosa : —Deja también unos cho-.
-clos, una camisa, unos cal...
Sk Angelita—exclamó la lo ciacha: in-
terrumpiéndola, atrozmente abochornada.
—Quisiera también — dijo Andrés — qué
dejaras el matinée que llevabas ayer. de
—Será preciso que lo laven. :
—No, no —dijo Andrés vivamente, — lo
quiero tal como be Con tu perfume pe-
CRÍAS
- —Es que lo traje ayer dodo el día.
—|¡Tanto mejor! , he
pe — ¡Que bien se está lala Andrés
- sentándose en una mecedora.
- Realmente se estaba bien ahí. Era un
mí cuarto de muchacha; un 2 mido. Hao y em-