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dadanos ilustrados, probos, íntegros, con altiveces esen-
ciales y austeridad indispensable en una república, co-
mo jefe supremo de los soldados más intrépidos, natu-
ralmente marciales, sin descuidar las gallardías en el
cumplimiento solícito del deber, al custodiar la honra,
sostener la libertad, ennoblecer el patriotismo y exhi-
bir, con modestia, los dones de la cultura refinada.
Tales son los conceptos que afirman, y declaran, re-
ferente al señor Teniente General Julio A. Roca, en las
esferas del Gobierno, en el Parlamento, en la tribuna
popular, en la prensa diaria, en la cátedra, en el libro
y hasta en conversaciones íntimas, sus propios ad-
versarios políticos in illo tempore, quienes son actual-
mente los primeros en preconizar y encomiar sus bri-
llantes hechos, tributándole así demostraciones espe-
ciales de respeto superior y franca admiración.
Abonado este tributo por la hidalguía, justicia y al-
tivez de aquellos contrarios en política al ilustre patri-
cio —al único patricio insigne que nos resta — nada
más justo y razonable que, nosotros sus compatriotas
imparciales, sin haber estado jamás contaminados por
las pasiones políticas en las etapas de la vida, ni ha-
berle escatimado nunca la aprobación, el ensalzamiento
y elogio a sus actos, nos descubramos ante su persona-
lidad, con idéntico respeto y más intensa admiración,
sin pretensiones de interrumpir la trayectoria de su Ca-
racterística mirada; aclamemos su nombre glorificado,
entre votos y esperanzas de que jamás se extinga esa
su preciada existencia para bien de nuestra patria y de
la humanidad; y que, empuñando la pluma, consigne-
mos los hechos culminantes de la actuación militar y
política del gran señor de la Argentina, verdadero ar-
quetipo de la más respetable nobleza.
AA