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y facultades emanan de la gran masa del pueblo por
manifestaciones resueltas de la soberanía nacional, fun-
dado para que funcione en beneficio propio del pueblo
argentino, “por el pueblo y para el pueblo”, en concor-
dancia a la interpretación común y sin depender de otra
autoridad o poder extraño.
Tales fueron, tal vez, las divergencias entre porteños
y provincianos, las que ocasionaron encarnizadas y
sangrientas contiendas políticas, el año memorable de
1880.
Mientras Sarmiento iniciaba sus tareas ministeria-
les, neutralizando definitivamente la vida de la política
de la conciliación en el Gobierno Nacional, el Gober-
nador Tejedor había convocado a ejercicios a la guar-
dia nacional de la provincia de su mando, con la mar-
cada intención de organizar un ejército que lo apo-
yara, en los mismos días cuando sus partidarios, ejer-
citándose con entusiasmos ardorosos en el manejo de
las armas, fundaban asociaciones y centros de tiro. Des-
pués del examen detenido de estos actos del Goberna-
dor Tejedor, el Ministro Sarmiento le dirige una nota
enérgica, acusándole de haber invadido las atribuciones
constitucionalmente reservadas al Presidente de la Na-
ción, de convocar a la guardia nacional, en cuya razón
se apoyó para prohibirle la continuación de los ejerci-
cios decretados. Seguidamente pasa circulares a los
gobernadores de las demás provincias, determinándoles
los deberes que deben cumplir con los partidos en
lucha, denunciando sutilmente la “liga” de gobernado-
res constituída, según él, para oponerse a los designios
del gobernante porteño y sus parciales.
Estos actos del Ministro producen alteraciones en
el Gobierno Federal y en el de algunas provincias.
La