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lomé Mitre dijo que ascendería al Mayor Julio A. Roca,
para darle el mando de ese batallón.
Fueron sucesivamente a darle las albricias a su car-
pa, el capitán Gutiérrez del 6.” y los coroneles Arre-
dondo y Susini, pidiéndole una caja de habanos por la
noticia. Las finanzas de Roca no están para esas ex-
centricidades”.
En esa junta de jefes superiores aprobaron la reso-
lución del General en Jefe, el señor General Rivas, as-
cendido sobre el campo de batalla; y los que le trans-
mitieron la noticia fueron nada menos que el pundo-
noroso Susini y el valeroso entre los valerosos José
Miguel Arredondo, el Coronel Arredondo que se retiró
del pie de la trinchera “con su poncho blanco, con
aquella cara angulosa de acero que había intimidado
al peligro, imperturbable, frío, sin emociones, al paso
tranquilo de su caballo que, hambriento, se detenía
alguna vez a roer la hierba de la orilla del camino”.
Ese y no otro. El mismo Coronel Arredondo que in-
fluyó eficientemente para que se ascendiera a Mayor al
Capitán Roca, en atención al valor, intrepidez, pericia,
prudencia, conocimientos y talentos militares de éste,
aprobaba calurosamente st ascenso a Teniente Coro-
nel, calificando enérgicamente de injusticia el que no
se hubiera verificado sobre el campo de batalla. ¡Los
peritos y maestros en el arte de la guerra, los imsu-
perables en heroísmo y abnegación, los jefes vene-
randos y venerables del ejército veterano de la Repú-
blica, pidieron el ascenso del Mayor Roca, censurando
acerbamente el hecho de no haberse producido sobre
el campo de batalla !
Dos años posteriores a este acontecimiento, en 1868,
el Mayor Roca fué ascendido a Teniente Coronel,