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habían alterado profundamente el orden y tranquili-
dad públicos. En la generosa y patriótica Mendoza
el invicto Coronel Ignacio M. Segovia, jefe del 1.2 de
caballería, se levanta en armas contra el gobierno de
esa provincia, presidido por don Arístides Villanueva.
La revolución izaba la bandera de triunfo cuando
llega, por orden del Presidente Sarmiento, a las cer-
canías de Luján, el Coronel Ivanowsky, empuñando
su espada en defensa de las instituciones nacionales
y a la sombra del glorioso emblema de la patria. A la
vista de la bandera de nosotros los argentinos, el ca-
balleresco y valiente Coronel Segovia, confirmando su
lema: “revolucionario, pero no traidor”, se retira y
abandona las fuerzas a su mando el 28 de Septiembre
de 1873. Queda triunfante el Coronel Ivanowsky, sin
haber librado combate, menos batalla, y, sin embargo,
es ascendido a “general sobre el campo de batalla”.
Lo merecía por sus magnas condiciones militares, has-
ta por su “farsalogía”.
Queda extinguida, al parecer, en el suelo argentino,
la hidra revolucionaria, decapitada, tal vez, una, dos
o tres veces; pero'el monstruo, renovando su organismo
en rápida convalecencia, con apetito voraz y convul-
siones febriles, atormentando en sus delirios fantás-
ticos, extraordinariamente raros, serpenteará iracunda,
muy en breve, por todo el territorio de la patria.