86
renunciaban á la celebración de dicho tratado,
fenecía su mandato, y el Gongreso, que por su
constitución no podía convertirse en consejero in
ternacional, debía disolverse inmediatamente.
La cuestión, planteada con tanta franqueza por
el ministro brasilero, cayó casi de sorpresa 4 los
miembros del Congreso. El momento fué difícil.
La proposición debía tomarse en cuenta, y la ac
titud del ministro Figueira era decidida. Una vo
tación en ese instante habría sido peligrosa.
El ministro Quintana, sin hesitar ante las difi
cultades de cortesía internacional, que debía orl
llar en su refutación, improvisó una arenga que
salvó la difícil situación del Congreso. « Autores
notabilísimos, como Laurent, dijo, entre otros
argumentos, sostienen y demuestran que per
seguir la unidad legislativa, no digo de todos los
pueblos de la tierra, sino aun de aquellos menos
ligados por los vinculos de la proximidad del ori
gen, de la situación y del interés, es correr tras
una utopía generosa pero irrealizable, sacrificando
en sus aras lo útil, lo posible, lo necesario, lo su
ficiente. » Y agregaba: «Y si pudiera tener el
ánimo, que declaro no abrigar, de hacer un pa
ralelo desventajoso para el Brasil, me bastaría