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fin de dar fé a los denuncios que me trasmitieron algu-
nos empleados del Instituto, entre los cuales el Vice-
Rector i el profesor don Juan Nicolás Alvarez me ase-
guraron que, segun los datos e informes que tenian, era
indudable que debia ser asaltado en mi casa esa misma
noche. En el acto dí aviso de ello al comandante de po-
licia para que tomase las providencias necesarias a fin
de evitar cualquiera desgracia. Felizmente el anunciado
asalto no tuvo lugar.
«Ayer, empero, durante el dia el señor don Exequiel
Guzman Luco me previno que, por informes que le ha-
bian dado, una turba debia asaltar mi casa en las pri-
meras horas de la noche. Mas tarde don Pedro N. Hu-
méres me hizo prevenir que una poblada vendria a mi
casa entre slete 1 ocho de la noche con el objeto de im-
cendiarla ide cometer algun atentado contra mi per-
sona. Igual denuncio me trasmitió un señor Perez, pre-
ceptor de esta ciudad, cuyo nombre no recuerdo en es-
te momento.
«Aunque este atentado sin ejemplo en medio de nues-
tra poblacion tranquila, me pareciese inverosímil e in-
creible, con todo, como otras personas me repitieron el
mismo aviso, acepté los dos policiales que, por via de
precaucion, envió a custodiar mi casa el comandante de
la Guardia Municipal.
«Por desgracia el atentado ha tenido lugar. A las siete
i media P. M. una multitud armada ostensiblemente de
palos i piedras, i entre ella algunos armados, segun se
me asegura, con armas de fuego, enfrentaba a mi casa,
que dista tres cuadras de la Alameda. La poblada se
habia formado en ésta 1 habia recorrido las calles
del Dieziocho 1 San Ignacio hasta mi casa, sin encontrar
obstáculo alguno en su largo trayecto. Llegado que hu-
bo a mi casa, donde me encontraba con el señor don
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