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que sancionen el sacrílego proyecto de un gobierno
impío es de todo punto imposible. El reunir, por el
contrario, á los Obispos de una nacion, para que, ce-
diendo al terror y á la violencia, aprueben un proyec-
to cismático, es muy difícil, sumamente difícil, suce-
derá una vez cada diez siglos, pero la historia prueba
que, por desgracia, no es absolutamente imposible.
Por esto cabalmente, los gobiernos que desean el
cisma hablan mucho de Concilios nacionales. Creen
que así ha de serles más fácil el logro de sus impíos
propósitos, y, por esto, y sólo por esto, ponderan tanto
la autoridad del Concilio nacional. No nos detenemos
más en este punto, porque, como se trata de una cosa
en sí tan pérfida y tan abominable, basta con desen-
trañarla y dar á conocer el veneno que oculta en su
seno, para que todo el mundo la rechace con horror.
En la Proposicion 37 se condena otro error que es
como el Corolario del que le precede. Consiste en afir-
mar que pueden establecerse Iglesias nacionales ente-
ramente independientes de la autoridad del Romano
Pontífice (1).
Las Iglesias nacionales no son más que ramas des-
gajadas de un tronco. Pierden la fuerza que les da vi-
da, y por necesidad, se secan ó dejan de producir
fruto.
Las Iglesias nacionales pueden ser sólo cismáticas,
como la de Rusia, Ó heréticas ademas como la angli-
cana, Ó de Inglaterra. Sean del modo que sean, están
separadas del centro de la unidad, y por lo mismo,
(1) Institui possum nationales Ecclesiso ab auctoritate
Romani Pontificis subductee, planeque diviseo.
Alocucion Jamdudum cernimus, de 18 de Marzo de 1861,
en la cual Pio IX condena todo lo hecho contra la Iglesia
en nombre de las 2deas modernas.