EL CERRO DE LAS CAMPAÑAS - 239
aso llegues á tiempo; puedes aun salvar la honra de tu hermana
la tuya, Pablo Martínez. 0
El guerrillero recorrió con sus espuelas los hijares de su caballo,
artió á todo escape con dirección á la casa de su hermana.
IV.
-. En un pequeño gabinete, adornado con sencillez pero con un gusto
delicado, estaba Guadalupe, la hermana de Pablo Martínez.
¿Aquel aposento revelaba en todos sus detalles el espiritualismo
é una alma enamorada. (
t obre unas columnas de estuco, unos jarroncitos de porcelana
—Trasparentes como el hielo, sosteniendo unos ramos de flores na-
Urales que despedían un bálsamo purísimo y embriagador.
D gran espejo sobre un confidente de bejuco, y frente á una
ena, reproduciendo los árboles del jardín y los celajes del
| O. :
pe Las blancas flores de los naranjos, se asomaban al aposento por
1 a ventana, y servían de pebeteros de azahar, en aquella atmósfera
a tibia y llena de esencias.
1 Unas bugías de esperma dentro de unos fanales de un gusto ex-
Misito, daban una luz suavísima que reflejaba en el limpio maque
el maderámen.
En el cielo del aposento había un fresco representando la Pri-
Mavera, derramando una lluvia de flores. :
El papel del tapiz era lila y oro. de
abía dos grabados magníficos en los lados adyacentes adonde
estaba el espejo.
El uno representaba el puerto de Trieste, y el otro el castillo de
lramar.
Estos cuadros habían sido un regalo del capitán á Guadalupe.
Los muebles eran de bejuco, como se estila en los lugares donde
el sol es abrasante. :
. Después de un momento de contemplación amorosa, acercóse la
Joven á su amante. ; E
$ —Capitán, estás triste, dijo tomando entre las suyas la mano del
ás : austriaco.
es —1 Si supieras, alma mía, que los instantes que paso á tu lado son
los únicos felices de mi vida !... Sí, Guadalupe, yo olvido mis pe-
Sares con tu amor... ¡es tan dulce olvidar las inquietudes de una
Suerte siempre contraria y hallar este remanso de felicidad ! E
” UN —Mi cariño es inmenso, dijo la joven; yo quiero vivir con tus pe-
: Sáres, me parece que partiéndolos conmigo se disminuyen, yo
tengo lágrimas que verter.
—¡ Pobre niña ! tú has aceptado un porvenir que va á parar en
Un abismo. :
-—No te quiero así, ¿por qué el cielo nos ha de negar una feli-
cidad soñada tanto tiempo ? pronto seré tu esposa, ¿no es verdad ?
AS joven inclinó la cabeza y una lágrima se deslizó de sus pupi-
'AS, como el amargo jugo del corazón.
—Yo espero ese día, continuó la joven, con ansi
AMor ya no cabe dentro de mi alma.
¡ —Guadalupe, tú sabes que yo cumpliré con los deberes que me
MPone este amor que te profeso, si el infortunio no abre una tumba
4 mis pies. $
¿A qué pensar en la desgracia ? ¿yo quiero que vivas para mí,
a; porque mi.