280 JUAN A. MATEOS
—¡ Sí, continuó, pasaré contigo ese día de los recuerdos, el de
tu cumpleaños, acaso no lo volvamos á ver lucir juntos sobre la
tierra !
Maximiliano creyó oir la voz profética de las Sibilas, y su ima-
ginación, envuelta en las supersticiones alemanas, se .estremeció
profundamente.
Su corazón convergió hacia ese punto donde la naturaleza nos
arrastra con una fuerza irresistible ; pensó en Guadalupe.
¡ Aquel hombre contrariado por el vendabal de la desdicha, in-
clinó su cabeza y lloró !...
El llanto es el último asilo de las angustias humanas !...
Hundido en el abatimiento guardaba un profundo silencio, mien-
tras que Carlota de Austria estrechaba á su corazón la frente de
su esposo donde ardía el mundo de la desesperación.
Daba la una en el reloj del Alcázar, cuando de la soledad del
bosque se alzó una voz melancólica entonando la fatídica canción :
Massimiliano,
Non ti fidare,
Torna al castello
Di Miramare.
¡ Maximiliano se estrechó en el seno de la joven, y aquellos dos
séres desgraciados se hundieron en el abismo sin fondo del descon-
suelo yde la tribulación !...
CAPITULO OCTAVO.
El grabador y diamantista.
L
En la pieza interior del establecimiento de un grabador se encon-
traba el comandante Demuriez hablando con el artista.
El soldado francés tenía un aire de inquietud que apenas podía
disimular.
El artista le escuchaba con calma.
—Necesito de vuestros oficios, caballero.
—Estoy á las órdenes de usted.
-—Es un negocio que puede proporcionar una fortuna regular.
—Ya escucho.
—Ved los sellos de estos despachos!
El artista examinó con cuidado el timbre del ministerio de rela-
ciones de la Francia, que era nada menos el que contenían aque-
llos sobres. : :
—i¿ Y bien ? preguntó después de algunos minutos.
—Se necesita que abráis un trojel igual ó semejante sin olvida?
ninguno de sus detalles.
-—Hablemos claro, dijo el artista, se trata de una falsificación.
—Ciertamente.
—No puedo servir á usted, señor comandante, tengo pena de
presidio. S ES
El francés no se inmutó, seguramente esperaba la respuesta.
—Está á mi alcance, dijo, cuanta reflexión podáis hacerme ens:
- este asunto, a