304 FUAN A. MATIOS.
_ Ala mañana siguiente, los cuatro clarines de la banda tocaban
la «Mamá Carlota, » y las mujeres de los soldados la repetían dul-
cemente para arrullar á sus hijos. e
- La canción estaba popularizada.
Las músicas de los pueblos la tocaban en las fiestas y serenatas.
Se cantaba en los bailecitos, y los insurgentes se llenaban de
entusiasmo al oir la «Mamá Carlota », que se improvisó en un
canto de guerra.
¡La Marsellesa se levantó junto á la guillotina !
¡ La Mamá Carlota brotó de las montañas de Michoacán !
¡ Riva Palacio ignoraba en esos momentos que la pobre armonía
exhalada de su cerebro en aquella noche memorable, tendría un
eco poderoso en los campamentos, y sería el grito de guerra en el
revuelto polvo de los combates ! ]
CAPITULO DECIMOCUARTO.
El reverso de la medalla.
de
Estamos del otro lado del Océano. :
El vigía de San Nazario avisa que el vapor « Emperatriz Eugenia .
está á la vista.
Es el 9 de Agosto de 866.
A las dos horas anunciaba el telégrafo al hombre de las Tullerías,
que Carlota de Austria, emperatriz de México, desembarcaba en las
playas europeas.
' La desgraciada princesa llegaba en los momentos supremos de
18, Crísis.
Su voz no podía oírse entre el estruendo de las armas.
El Austria arriaba sus banderas en la derrota de Sadowa.
La Prusia, adelantaba con sus fusiles de aguja, y el señor de
Cerdeña era dueño de la Lombardía.
La Italia estaba en la hora de la resurrección.
El conde de Bismark había tratado á Napoleón 111 de una ma-
nera tan inconveniente cuanto despótica, cuando el Austria buscó
un refugio en la hora de la catástrofe de Sadowa entregando el
Véneto á la Francia.
La Prusia le mandó á Napoleón que retirase todas sus pretensio-
_hes si no quería entrar en el terreno de las armas.
Napoleón, en obsequio de la paz de Europa, y en honra del fusil
de aguja, accedió á la petición y abjuró para siempre de ensan-
char sus fronteras, y hasta se olvidó de esa corriente impetuosa
que se marca con el nombre de « el Rhin » en las cartas geográficas.
La Prusia tomó el cetro de las dinastías europeas al romper la
cadena de la confederación germánica, y al arrojar al Austria mu-
tilada en el abismo de la nulidad, entre las potencias de segundo
orden.
- ¡Pobre nación! Entró en el botín de Polonia; ayudó á forjar las
cadenas de un pueblo, á ahogar una nacionalidad; y su cómplice
la Prusia se volvía contra ella, le arrancaba los Ducados, y rega-
- laba el Cuadrilátero á la joven Italia. : A e Re