Full text: La conquista del Perú

  
  
  
  
  
   
  
  
  
LA GONQUISTA DEL PERU. 
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La corta guardia que afianzaba la a 
del palacio del gobernador, era de soldados que 
habian pasado la noche matando en las murallas, 
que se habian abandonado tambien á la crápula 
y á los licores en celebracion de la victoria, y 
que el cansancio y los vapores entorpecerian sus 
miembros, y un profundo sueño cerraria sus pár- 
pados y trastornára sus cerebros. Aquella noche 
era la señalada por Pizarro para saciar sus libi- 
dinosos deseos, y la señalada tambien por el des- 
tino para proclamar la libertad del Perú, y Ocollo 
conocia sn posicion y ardia en su pecho el amor 
de su patria y su venganza. Los Peruanos aunque 
degradados entre las cadenas de la servidumbre, 
consirialón la energía de alma de un pueblo que 
ha sentido las delicias de la libertad, y al grito 
de libertad volarian á la muerte, y Oco!lo dió á 
sus favoritos las instrucciones convenientes para 
que preparasen á la multitud, 
Pizarro despues de tanto afanar ya cedia al 
cansancio; sus miembros aunque duros como el 
bronce, el bronce tambien cede. Cubiertas todas 
las precauciones militares, pronto al primer grito 
de asalto, se retiró á su palacio á procurar un 
instante de sosiego, pero el amor devoraba sus 
entrañas, y una inquietud inconsolable contur- 
baba su pecho. Mas espresiva que nunca salió 
Ocollo á su encuentro prodigándole mil fingidas 
caricias, y el alma de Pizarro adquiria vigor y 
vida á la vista de la hermosa, su amor ardia vio- 
lento, y recordando que aquella noche seria la 
última de fingimiento, creyó llegado el instante 
venturoso. Empero, Ocollo que conoció ya exal- 
tadas las pasiones ha Pizarro, tomó un aspecto 
severo, y comenzó á esquivar sus caricias. Enton- 
ces el gobernador rehizo su orgullo, y la recordó 
el o ltÓS « esta noche, Ocollo, esta misma 
noche; es todo en vano..... » 
— No lo esperes, bárbaro, repuso la Peruana, 
«ta mano; 
  
jamás cederá Ocollo á la voz del matador de Ata- 
hulpa. — Ah pérfida, y osaste..... Esta noche, 
esta misma noche..... en vano procurarás desasir 
entre mis nerbiosos brazos espiarás tu 
crímen.... Pizarro arrebataba la víctima cual una 
débil caña; Ocollo pálida en su tranquilidad pa- 
recia animada de un poder divino; ya el gober— 
nador con negra boca ajaba las purpúreas me- 
jillas, cuando Ocollo valerosa sepultó un puñal 
en su pecho, y atravesó sus entrañas. Pizarro 
cayó revolcándose entre un torrente de sangre, y 
Ocollo con el puñal humeando, enrogecido en la 
sangre del conquistador, corrió valerosa, dió el 
grito de libertad, y volaron en tropel los esclavos, 
Estaban tomadas todas las precauciones; los Pe- 
ruanos se apoderaron de las armas de la guardia, 
que perezosos sacudian un letargoso sueño, para 
morir matando entre el rugido de las cadenas de 
los esclavos; la guardia toda fué degollada, si 
bien á caro precio, y los amotinados volaron 
hácia una puerta de la ciudad para abrírsela á 
sus compañeros. Los castellanos que coronaban 
los muros creyeron el tumulto una sorpresa del 
enemigo, les faltó el gobernador á su frente, y se 
- pusieron en desórden. Tarde ya conocieron lo que 
causaba el movimiento, y la muerte de Pizarro; 
se habian forzado las puertas, y el egército pe- 
ruano avanzaba presuroso; empero, vivo combate 
«se «travó en las calles entre la oscuridad de la 
noche, y los castellanos hubiesen entonado la 
victoria, pero Almagro cayó como ura recia tem- 
pestad y decidió el tio El egército peruano 
se cebó con horror en los vencidos; en vano qui- 
siera Almagro invocar en aquellos momentos el 
poder de Ja disciplina : cada soldado tenia que 
vengar mil víctimas de su familia, tenia que lavar 
su cjalibió en la sangre de sus opresores, y solo 
se escuchaban pavorosos gritos de suena ed 
tad y venganza. A 
  
  
    
  
      
se 
La ciudad era un campo de batalla por todos 
us ámbitos, y las divisiones peruanas avanzaban 
Ma victoria y la desolacion. Almagro sin quitarse 
XXV. 
CONCLUSION, 
vencedoras por todas partes, arrastrando tras sí. 
  
del frente de los batallones, vencia, refrenando 
empero á la tropa y conservando la disciplina, y 
tendia al rededor penetrantes miradas por descu- 
brir al gobernador, su contrario, para medir con 
   
   
	        
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