Full text: Tomo 1 (1)

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"Tenéis razón, Bi 
el joven aristócrata ra sólo para dar 
un golpe como aficionado. El duelo me 
repugna, como sabéis, desde que dos 
testigos, a quienes yo había elegido pa- 
ra arreglar cierto asunto, me ob iaa 
a Pa un brazo a uno de mis mejo- 
gana hamp dijo 
res amigos... ¡Diantre! a ese Edo 
ora de Epiney , Y quien todos cono- 
céls. 
—¡ Ah! Sí, es verdad — dijo De- 
bray—, os habéis batido en tiempo de... 
¿de qué? 
—Libveme el diablo si me acuerdo— 
dijo Chateau Renaud— , de lo que me 
acuerdo, sí, es de que no queriendo de- 
jar dormir mi talento, quise probar en 
los ¿rabes unas pistolas nuevas que mo 
acababan de regalar; de consiguiente, 
me embarqué para Orán; desde Orán 
fuí a Constantina y llegué justamente 
Jara ver levantar el sitio. Me puse en 
retirada como los demás. Durante cua- 
renta y ocho horas sufrí con bastante 
valor la lluvia del día, la nieve de la no- 
che; en fin, la tercera mañana nai 
caballo se murió de frio. ¡ Pobre ani- 
mal! ¡ Acostumbrado a e mantas y a 
las estufas de la cuadra! Un caballo 
árabe que se n o a encontrar sólo 
diez grados de frío « Job 
—Por eso me Aces C cia mi ca- 
ballo inglés — dijo Debray— ; suponéis 
gue sufrirá mejor el frío. que vuestro 
árabe. 
—0Os engañáls, porque he hecho voto 
de no volver más a Africa. 
—¿Conque tanto miedo habéis teni- 
do?—preguntó Beauchamp. 
-+4 0h! St, lo confieso — respondió 
Chateau Renaud—, y había de qué te- 
nerlo. Mi yo me 
retiraba a ple ; seis árabes vinieron a ga- 
lope a cortarme la « ; maté a dos 
con los dos tiros de mi escopeta ; y otros 
dps con mis pistolas ; pero aun queda- 
ban dos y estaba desarmado. 
caballo había muerto : 
VII ] 
abe, Zi 
Uno me 
( 
1 
41 
cogió por los cabellos, por eso los llevo 
cortos (nadie sabe lo que puede suce- 
der), el otro me rodeó el cuello con su 
frío agudo del 
1 2% 14 
que vels aquí, 
yatagán. Y ya sen 
hierro, cuando el señor, 
Md: sore al l que me cocía 
cargó sobre ell: 1 ¡uo me cogla 
de los cabellos pa 
tió la cabeza al que vna e 
. 
tar la mía de un sab ! balle- 
DUMAS 
ro se había propuesto salvar a un hom- 
bre este día, y la casualidad ha querido 
que fuese yo. Cuando sea rico, manda- 
ré hacer a Klaiman o a Morocheti una 
estatua a la Casualidad. 
—Sí — dijo sonriendo Morrel era 
el $ 5 de septiembre, es decir, el aniver- 
sario de un día en que mi padre fué mi- 
lagrosamente salvado ; ed pues, slem- 
pre que está en mi mano, celebro todos 
los años ese día con una acción. 
—¿Heroica, no es verdad? — inte- 
rrumpió Chateau Renaud— ; en fin, yo 
fui el elegido ; pero aun no es eso todo, 
Después 
rro, noO 
de haberme salvado del hie- 
me salvó del frío, dándome, la 
mitad de su capa, como hizo San Mar- 
tín, sino dándomela entera; y después, 
del hambre, partiendo ¿no 
adivináis el que pueda ser?... 
—¿ Un pastel de casa de Félix? 
preguntó Beauchamp. 
—No, su caballo, del que cada cual 
comimos un pedazo con gran apetito, 
aunque era un poco duro... 
a -¿Eil caballo? preguntó 
Morcef. 
AT 
conmigo, 
ri udo 
; A 
Vo, el sacrifi — respondió Cha- 
teau Renaud—. Preguntad a Debray 
sl sacrificaría el suyo inglés por un e: 
tranjero. 
-—Por un extranj 
bray— ; pero por un amigo tal vez. 
-—Adiviné que juzgaríais como yo— 
dijo Morrel— ; por otra parte, ya t 
nido el honor de decíroslo : heroísm« 
no, yo debía una ofrenda a la mala for- 
tuna en recompensa a los favores « 
nos habia dispensado otras veces la 
buena. 
—Ega his 
t 
ero, no 
toria a que se refiere Mo- 
rrel continuó Chateau Renaud es 
una admirable historia que algún día 
os contará cuando hayáis trabado más 
íntimo conocimiento; por pense- 
mos en alimentar el estómago y no la 
memoria, ¿A qué hora áls, Al. 
berto? 
—A las diez y media. 
¿En punto? preguntó Debr: 
sacando su reloj. 
¡ Oh ! Me concederéis los cinco mi 
nutos de gracia Morcef—, por- 
que yo también espe un 
-¿ De quién ? 
—| Da mi, 
? y 
noy, 
— diio 
xro a salvador. 
o E ; 
que diantre l — respondió
	        
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