264
ALEJAN
da de fuego, velada bajo unos párpados
hermosos ; llevaba el traje pintoresto e
de las pescadoras catalanas, con su cor-
piño encarnado y negro, y gus agujas
de oro enlazadas en los cabellos ; mira-
ba al mar, y su elegante contorno se
destacaba sobre el doble azul de las olas
del cielo.
La habitación estaba sombría, sin lo
cui 11 Alberto hubiese podido ver la pali-
dez del condo, y sorprender el temblor
nervioso que circulaba por sus hombros
y por su pecho.
Hubo un instante de silencio, durante
el cual Montecristo permaneció con
la mirada obstinadamente fija sobre es-
ta ¿Diniges,
Tenéis ahí una hermosa querida,
vizconde — dijo Montecristo con una
voz perfectamente segura—, y ese traje
de baile, sin duda, le sienta a las mil
marávillas,
-—¡ Ah! señor — dijo Alberto—, he
aquí una equivocación que no me per-
donaría si al lado de este retrato hubie-
sels visto algún otro. Vos no conocéis
9 mi madre, caballero ; es a ella a quien
veis en ese lienzo : se hizo retratar así
hace seis u ocho años. se traje es de
capricho, a lo que parece, y tal la se-
mejanza, que creo aún ver a mi madre
cómo era en 1830. La condesa mandó
hacer este retrato durante una ausencia
del conde. Sin duda quería prepararle
para gu vuelta una graciosa sorpresa ;
pero, cosa rara, ese retrato desagradó a
mi padre ; y el valor de la pintura, que
es, como 0 veis, una de las mejores de
Leopoldo Robert, no pudo hacerle pasar
por la antipatía que le había tomado.
Lia verdad, aquí para entre nosotros,
mi qui rido conde, es que Morcef es
uno de los pares más asiduos al Luxem-
burgo, un dia muy nombrado pero
un amante del arte de los más media-
nos; no €s lo mismo mi madre e
pinta de un modo bastante not: ble,
que, estimando demasiado una obra he
mejante para separarse de ella, me la
ha dado para que en mi cuarto esté me-
nos expuesta a desagradar a M. de Mor-
cef, en donde os haré ver a su vez el
retrato pintado por Gross. Perdonadme
si os hablo de una manera familiar;
pero, como vóy a tener el honor de con-
duciros a la habitación del condo, o
NAT
Vi.
1
8 UAl-
DRÓ DI
JMAS
go esto para que no se 08 escape elogiar
sto retrato delante de él. Por lo demás,
tiene una funesta influencia, porque es
muy raro que mi madre venga a mi
cuarto sin mirarle, y más raro aún que
le mire sin llórar. La nube que levantó
la aparición de esta pintura en el pala-
cio es la sola que ha habido entre el
cond 19) y la condesa, quie nes, aunque ca-
sados hace más de veinte años, están
tan unidos como el primer día.
Montecristo echó una mirada rápida
sobre Alberto, como 0 buscar una 1n-
tención oculta en estas palabras ; pero
era evidente que el cd lo había di-
cho con toda la sencillez de su alma.
—Ahora — dijo Alberto—, habcis
SA todas mis riquezas, señor conde ;
permitidme ofrecéroslas por indignas
que sean; consideraos aquí como en
vuestra casa, y para más franqueza aún,
dignaos ac ompañarme hasta el cuarto
de M. de Morcef, a quien he escrito
desde Roma el servicio que me habdis
hecho, y a quien he anunciado la vi-
sita que me habéis prometido, y, puedo
decirlo, el conde y la condesa espe raban
con impaciencia que les fuese permiti-
do daros las gracias. Estáis un poco
cansado de estas cosas, lo sé, señor con-
de, y las escenas de familia no tienen
para Simbad el Marino mucho atracti-
vo; ¡habréis visto muchas escenas ! Sin
embargo, aceptad lo que os propomgo;
como iniciativa de la vida parisiense
vida de política, de visitas y de presen-
taciones.
Montecristo se inclinó sin responder ;
aceptaba la proposición sin entusiasmo y
sin pesar, como una de esas convenien-
cias de sociedad de que todo hombre do
educación se hace un deber.
Alberto llamó a su criado, y le man-
dó ir a pre venir a los señores de Mor-
cef la próximia llegada del conde de
Montecristo.
Alberto siguió con el conde.
Al llegar a la antesala del condo, veía-
se encima de la puerta que caía al salón
un escudo que, por sus ricos adornos y
su armonía, indicaba la importancia quo
el propie tario daba a este blasón,
Montecristo se detuvo delante
blasón, que examinó con atención.
del
pOr azul y siete merletas de oro
puestas en
fila. ¿Sin duda será éste el