Full text: Tomo 1 (1)

El CONDE DK 
ta. Ningún país puede decir que me ha 
visto nacer. Dios sólo sabe qué tierra 
me verá morir. Adopto todas las cos- 
tumbres, hablo todas las lenguas. ¿Me 
credis francés porque hablo con la mis- 
ma facilidad y la misma pureza que 
vos? ¡Pues bien! Alí, mi negro, me 
cree árabe ; Bertuccio, mi mayordomo, 
Me cree romano ; Haydée, mi esclava, 
me cree griego. Así, pues, comprende- 
réig que no siendo de ningún país, no 
pidiendo protección a ningún Gobier- 
ho, no reconociendo a ningún lumbre 
por hermano mío, no me paralizan ni 
me detienen los escrúpulos que detie- 
nen a los poderosos o los obstáculos que 
paralizan a los débiles. No tengo más 
que dos adversarios y no vencedores, 
porque con la constancia los sujeto, y 
son el tiempo y el espacio. El tercero 
y el más terrible es mi condición de 
hombre mortal. Este es el único que 
puede detenerme en mi camino y antes 
que haya conseguido el objeto que de- 
seo ; todo lo demás lo tengo calculado. 
Lo que los hombres llaman reveses de 
la suerte, es decir, la ruina, el cambio, 
las eventualidades, los he previsto yo, 
y si alguno puede ocurrirme, no por 
eso puede derribarme. Á menos que 
muera, continuaré siendo lo que s0y ; 
he aquí por qué os digo cosas que nUN- 
ca habóis oído, ni de boca de los reyes, 
porque los reyes os necesitan y los hom- 
bres os tienen miedo. ¿Quién es el que 
no dice para sí en una sociedad tan rl- 
díiculamente organizada como la nues- 
tra : «Tal vez un día tendré que buscar 
al procurador del rey» ? 
—¿ Y podéis vos decir lo contrario ? 
Desde el momento en que habitáis en 
Francia, naturalmente tenéis que some- 
teros a las leyes francesas. 
—Ya lo sé, caballero — respondió 
Montecristo— ; pero cuando voy a ir 
a un país empiezo a estudiar, por me- 
dios que me son propios, a todos los 
hombres de quienes puedo tener algo 
que esperar o que temer, y llego a co- 
nocerles tan bien o mejor tal vez que 
ellos se conocen a si mismos. De donde 
resulta que cualquier procurador del rey 
que se las hubiera conmigo, seguramen- 
be se vería más apurado que yo. 
MONTECRISTO 3811 
la naturaleza humana, todo hombre, 
según vuestro parecer, ha cometido... 
faltas. 
—Faltas... o crimenes — respondió 
sencillamente Montecristo. 
—¿ Y que sólo vos entre los hombres, 
a quienes ho reconocéis como herma- 
nos — repuso Villefort con voz altera- 
da—, y que sólo vos sois perfecto ? 
—No, perfecto no—respondió el con- 
de— ; impenetrable nada más. Pero de- 
jemos esto, caballero, si la conversación 
os desagrada, que nia mí me amenaza 
vuestra justicia, ni a vos mi doble vista. 
—No, no, caballero — dijo vivamente 
Villefort, que temía, sin duda, el pa- 
recer vencido—; no, con vuestra bri- 
llante y casi sublime conversación me 
habéis elevado sobre el nivel ordinario ; 
ya no hablamos familiarmente, estamos 
disertando. Bien sabéis cuán crueles 
verdades se dicen a veces los teólogos 
de la Sorbona o los filósofos en sus 
disputas ; supongamos que hablamos de 
teología social y de filosofía teológica, 
y os diré una de esas rudas verdades, y 
es que sacrificáis el orgullo; vos sol8 
superior a los demás, pero Dios lo es a 
vOS. 
—Superior a todo, caballero — res- 
pondió Montecristo con un acento tan 
profundo que Villefort se estremeció in- 
voluntariamente—. Yo tengo mi orgu- 
llo para los hombres, serpientes slem- 
pre prontas a erguirse contra el que las 
mira y no les aplasta la cabeza. Pero 
abandono este orgullo delante de Dios, 
que me ha sacado de la nada para ha- 
cerme lo que soy. 
— Entonces, señor conde, os admiro 
— dijo Villefort, que por la primera vez 
en este extraño diálogo acababa de em- 
plear esta fórmula aristocrática para con 
el extranjero, a quien hasta entonces 
no babía llamado más que caballero—. 
Sí, os lo repito ; si sois realmente fuer. 
te, realmente superior, realmente santo 
e impenetrable, lo que viene a Ser lo 
mismo, según decís, sed soberbio, caba- 
llero ; ésa es la ley de las dominaciones. 
Pero, ¿tenéis alguna ambición ? 
—Tuve una. 
—¿ Cuál ? 
—"También yo, como sucede a todo 
. —Lo cual quiere decir — replicó con hombre en la vida, fuí conducido por 
indecisión Villefort—, que, siendo débil Satanás una vez a la montaña más al-
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.