Full text: Tomo 1 (1)

EL CONDE DE 
ban el orden con que debían ejecutarse, 
—No será muy largo, como vels. 
—$l, pero... 
—;¡ Pero por este poco de trabajo ten- 
dréis albaricoques buenos !... 
El empleado empezó a maniobrar, 80- 
focado y sudando a mares ; el buen hom- 
bre ejecutó una tras otra las tres seña- 
les que le dió el conde, a pesar de las 
espantosas dislocaciones del correspon- 
diente de la derecha, que no compren- 
diendo nada de este cambio, empezaba 
a creer que el hombre de los albarico- 
ques se había vuelto loco. 
En cuanto al correspondiente de la 
izquierda, repitió concienzudamente las 
mismas señales, que fueron recogidas 
en el ministerio del Interior. 
—Ahora sois ya rico — dijo Monte- 
cristo. 
—Si — respondió el empleado—; 
pero, ¿a qué precio? 
—Escuchad, amigo mío — dijo Mon- 
tecristo—, no quiero que tengáis remor- 
dimientos ; creedme, porque os lo-juro, 
no habéis causado ningún perjuicio a 
nadie, y al contrario habéis hecho una 
buena acción. 
ET empleado veía los billetes de Ban- 
co, los palpaba, los contaba, se ponía 
pálido, se ponía sofocado ; al fin se pre- 
cipitó hacia su cuarto para beber un 
vaso de agua ; pero no tuvo tiempo pa- 
ra llegar hasta la fuente, y se desmayó 
en medio de sus albaricoques secos. 
Cinco minutos después de haber lle- 
gado al ministerio la noticia telegráfica, 
Debray hizo enganchar los caballos a 
su cupé, y corrió a casa de Danglars. 
—¿ Tiene vuestro marido papel del 
empróstito español? — dijo a la baro- 
Desa. 
—; Ya lo creo! Lo menos seis millo- 
es. 
—Que lo venda a cualquier precio. 
—¿Por qué? 
—Porque don Carlos se ha escapado 
de Bourges y ha entrado en España. 
—¿ Cómo lo sabéis? 
—;¡ Diantre ! ¡ Como sé otras cosas ! 
La baronesa no se lo hizo repetir otra 
MONTECRISTO 385 
vez ; corrió a ver a su marido, el cual 
corrió a su vez a casa de su agente de 
cambio, y le mandó que lo vendiese todo 
a cualquier precio. 
Cuando todos vieron que Danglars 
vendía los fondos españoles, bajaron al 
punto. Danglars perdió quinientos mil 
francos, pero se deshizo de todo el papel 
de interés... 
Aquella noche se leía en el Messayer : 
«Despacho telegráfico.—El rey don 
Carlos se ha escapado de Bourges y ha 
entrado en España por la frontera de 
Jataluña. Barcelona se ha sublevado en 
favor suyo.» 
Toda la noche no se habló más que 
de la previsión de Danglars, que había 
vendido sus créditos, y de la felicidad 
que había tenido de no perder más que 
quinientos mil francos en la jugada. 
Los que habían conservado sus vales, 
o los que habían comprado los de Dan- 
glars, se consideraron arruinados y pa- 
saron una mala noche. 
Al día siguiente se leía en el Moni- 
teur: 
«No tenía ningún fundamento la no- 
ticia del Messager de anoche, que anun- 
ciaba la fuga de don Carlos y la suble- 
vación de Barcelona. 
»El rey don Carlos no ha salido de 
Bourges, y la Península goza de la mús 
completa tranquilidad. 
»Una señal telegráfica mal interpre- 
tada, a causa de la niebla, ha dado lugar 
a este error.» 
Los fondos subieron doble de lo qua 
habían bajado. 
Esto causó a Danglars la pérdida de 
un millón. 
—;¡ Bueno ! — dijo Montecristo a Mo- 
rrel, que estaba en su casa en el mo- 
mento en que le anunciaba la extraña 
jugada de que había sido víctima Dan- 
rlars—, acabo de hacer por veinte mil 
francos un descubrimiento por el que 
hubiera dado cien mil. 
-—¿Qué habéis descubierto? — pre- 
guntó Maximiliano. 
—AÁcabo de descubrir el medio de li- 
brar a un jardinero de los lirones que 
le comían sus albaricoques. 
FIN DEL TOMO PRIMERO
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.