Full text: Tomo 1 (1)

EL CONDE DE 
volverdis a traer a este mismo calabozo, 
en donde permaneceró eternamente, y 
donde moriré sin pedir ya nada más, ni 
2 vos ni a nadie. 
El gobernador se echó a relr. 
—¿Y está muy lejos el lugar de vues- 
tro tesoro? — preguntó. 
—A cien leguas de aqui—dijo Faria. 
—La cosa no está mal calculada—re- 
puso el gobernador— ; si todos los pre- 
Bos tuvieran el capricho de hacer pasear 
2 los que les custodian el espacio de cien 
leguas, y éstos consintiesen en dar se- 
Imejantes paseos, pocos presos queda- 
rían, porque al verse en libertad, no des- 
perdiciarían la ocasión de escaparse. 
—Este es un medio muy conocido— 
replicó el inspector—, y este caballero 
Do merece el mérito de la invención, 
En seguida, volviéndose al abate, le 
dijo : 
—0O3 he preguntado si teníais buen 
alimento. 
—Señor — respondió Faria—, jurad- 
Me por Cristo libertarme si os digo la 
verdad, y os indicaré el paraje donde es- 
tá sepultado ese tesoro. 
—¿0Os dan buen alimento ?—repitió 
el inspector. 
—£Señor, nada arriesgúis en eso, y 
bien veis que no es un ardid para sal. 
varme, puesto que me quedaré aquí du- 
rante el viaje. ) 
—¿No respondéis a mi pregunta ?— 
volvió a decir el inspector con impa- 
ciencia. 
—¿Ni vos a la mia? -— exclamó el 
abate—. ¡ Maldito seáis, pues, como los 
otro4 insensatos que mo han querido 
creerme! ¿No queréis mi oro? Pues yo 
me lo guardaré. ¿Rehusáis darme la li- 
bertad? Dios me la concederá: mar- 
chaos ; nada más tengo que deciros. 
Y el abate tiró el cobertor sobre la 
cama, recogió su pedazo de yeso, y fué 
a sentarse en medio de su círculo, don- 
de continuó trazando sus figuras. 
. —¿Qué hace ahora? — preguntó el 
Inspector. 
—Cuenta sus tesoros — replicó el go- 
bernador. 
Faria respondió a este sarcasmo por 
medio de una mirada llena del más pro- 
fundo desprecio. 
Todos salieron del calabozo. El car- 
celero cerró la puerta. 
MONTECRISTO 73 
—Acaso habrá poseído algunos tesoros 
—Jijo el inspector subiendo la escalera. 
—O habrá soñado que los poseía—res- 
pondió el gobernador—, y a la mañana, 
siguiente habrá despertado ya loco. 
—Ein efecto — replicó el inspector con 
la sencillez de la corrupción—; si hu- 
biera sido verdaderamente rico, no es- 
taría en la cárcel. 
Así concluyó la aventura del abate 
Faria ; permaneció preso, y después de 
esta visita, su reputación de loco re- 
matado se aumentó. 
Calígula o Nerón, esos grandes inves- 
tigadores de tesoros, esos amantes de 
lo imposible, hubieran dado oídos a las 
palabras de aquel pobre hombre, y con- 
cedido el aire que deseaba, el espacio 
que tasaba en tan alto precio, y la liber- 
tad que ofrecía pagar tan cara. Pero los 
reyes de nuestros tiempos, mantenién- 
dose en el límite de lo probable, no tie- 
nen siquiera la audacia de la voluntad ; 
temen el oído que escucha sus órdenes, 
y el ojo que observa sus acciones; no 
sienten ya la superioridad de su esen- 
cia divina ; en una palabra, no son más 
que unos hombres coronados. En otro 
tiempo se creían, o a lo menos se de- 
clan, hijos de Júpiter, y conservaban 
algo del dios su padre; no se averigua 
fácilmente lo que pasa más allá de las 
nubes; en la actualidad, los reyes son 
ya bastante accesibles. Así como siem- 
pre ha repugnado al Gobierno despóti- 
co mostrar a la luz del día los efectos 
de la cárcel y del tormento; así como 
hay pocos ejemplos de que una víctima 
de la Inquisición haya podido reapare- 
cer con sus huesos quebrantados y sus 
llagas chorreando sangre, asi también la 
locura, esa úlcera nacida en el fango 
de los calabozos a consecuencia de los 
tormentos morales, se oculta casi siem- 
pre con cuidado en el sitio donde ha na- 
cido, o si sale, va a sepultarse en al- 
gún sombrío hospital, donde los médi- 
cos no reconocen ni al hombre ni al pen- 
samiento en el resto informe que le 
transmite el cansado carcelero. 
Vuelto loco en la cárcel, el abate Fa- 
ria, por su misma locura, estaba con- 
denado a perpetua prisión. 
En cuanto a Dantés, el inspector le 
cumplió la palabra que había dado. 
'Al subir a la habitación del goberna-
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.