Full text: Tomo 2 (2)

EL CONDE DE 
¿la razón de vuestra negativa, Eugenia ? 
—La razón — replicó la joven—, no 
''€8 que ese hombre sea más feo, tonto o 
¡desagradable que otro cualquiera, no; 
M. Andrés Cavalcanti puede  pa- 
Sar entre las que miran los hombres 
por la cara y el talle; es un buen mo- 
delo ; no es porque mi corazón esté me- 
Bos interesado por óse que por otro; 
-€s0 sería motivo digno de una chiquilla, 
que miro como indigno de mí: no amo 
a nadie, lo sabéis, ¿no es cierto? No 
p Yeo por qué sin una necesidad absolu- 
a iró a embarazar mi vida con un com- 
: Pañoro eterno. No; dice el sabio: Na- 
da de más, y en otra parte : Llevadlo 
Y lodo con vos mismo. Me enseñaron es- 
tos dos aforismos en latín y en griego ; 
él uno creo es de Fedro, y el otro de 
las. Pues bien, mi querido padre : en 
tl naufragio de la vida, porque no es otra 
Cosa el naufragio eterno de nuestras es- 
Peranzas, arrojo al mar el bajel inútil; 
Me quedo con mi voluntad, dispuesta a 
Vivir perfectamente sola y, por consi- 
guiente, perfectamente libre. 
,—Desgraciada — le dijo Danglars pa- 
ldeciendo, porque conocía por expe- 
Mlencia la fuerza del obstáculo que en- 
“ontraba, 
E << Desgraciada decis, señor? — re- 
-Plicó Eugenia—. No, en verdad, y la 
*Xclamación me parece teatral y afec- 
ada ; dichosa, por el contrario, por- 
Me os pregunto: ¿Qué me falta? El 
Mundo me encuentra bella, y esto bas- 
% para que me acoja favorablemente ; 
€ gusta que me reciban bien, eso ha- 
4% tomar cierta expansión a las fisono- 
Mías, y los que me rodean me parecen 
tonces menos feos. Tengo tal cual ta- 
to y cierta sensibilidad relativa, que 
'% permite sacar lo que me parece bue- 
le de la existencia general para hacer- 
| Ventrar en la mía, como el mono cuan- 
do Tompe una nuez verde para sacar lo 
' Me contiene. Soy rica, porque tenéis 
04 de las mejores fortunas de Francia 
Y S0y vuestra única hija, y no sois te- 
| hasta el punto en que lo son los 
Padres de la Puerta de San Martín y de 
| 2 Gaité, que desheredan a sus hijas 
"que no quieren darles nietos. Ade- 
%8, la ley, previsora, os ha quitado el 
“recho de desheredarme, al menos del 
9, como os ha quitado el poder de 
CONDE 13,-—romo 11 
MONTEGCKISTO 193 
obligarme a casar con éste o con el otro, 
Así, pues, bella, espiritual, dotada de al. 
gún talento, como dicen en las óperas 
cómicas, y rica; siendo esto la dicha, 
¿por qué me llamáis desgraciada, señor? 
Danglars, viendo a su hija risueña Y, 
altanera hasta la insolencia, no puda 
contener un movimiento de brutalidad, 
que se manifestó con un grito, pero fué 
el único. Bajo el poder de la interroga- 
dora mirada de su bija, y ante sus her= 
mosas cejas negras, un poco fruncidas, 
se volvió con prudencia y se tranquilis 
zó, domado por la barra de hierro de la 
circunspección. 
—Hin efecto, hija mía, sois todo la 
que acabáis de decir, excepto una co- 
sa; no quiero deciros bruscamente 
cuál ; prefiero que lo adivinéis. 
Hugenia miró a Danglars, sorprendi- 
da de que quisiese quitarle una flor de 
las de la corona de orgullo que acababa 
de poner sobre su cabeza, 
—Hija mía — continuó el banque- 
ro—, me habéis explicado perfectamen= 
te cuáles son los sentimientos que pre. 
siden a las resoluciones de una joven 
somo vos, cuando ha decidido que no 
se casará; ahora voy a deciros los mo- 
tivos que tiene un padre como yo para 
decidir que su hija se case. 
Eugenia se inclinó, no como hija su= 
misa, sino como adversario pronto a 
discutir y que espera un resultado. 
—Hija mía — continuó Danglars—, 
cuando un padre ruega a su hija que tox 
me un esposo, siempre tiene alguna ra- 
zón para desear su matrimonio; log 
unos tienen la manía que decíais hace 
un momento : verse renacer en sus nie 
tos; empezaré por deciros que no ten= 
go esa debilidad ; los goces de familia 
me son casi indiferentes; puedo conx 
fesarlo así a una hija bastante filósofa 
vara comprender esta indiferencia, sin 
hacerme de ella un crimen. 
—Sea en buen hora — dijo Euge. 
nia— ; hablemos francamente, así me 
gusta. 
—, Oh ! Veis que sin participar en te= 
sis general de vuestra simpatía por la 
franqueza, me someto cuando creo que 
las circunstancias lo requieren. Conti. 
nuaré, pues; os he propuesto un ma 
rido, no por vos, porque, en verdad, 
era en lo gue menos pensaba en aquel
	        
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