EL CONDE DE
¿la razón de vuestra negativa, Eugenia ?
—La razón — replicó la joven—, no
''€8 que ese hombre sea más feo, tonto o
¡desagradable que otro cualquiera, no;
M. Andrés Cavalcanti puede pa-
Sar entre las que miran los hombres
por la cara y el talle; es un buen mo-
delo ; no es porque mi corazón esté me-
Bos interesado por óse que por otro;
-€s0 sería motivo digno de una chiquilla,
que miro como indigno de mí: no amo
a nadie, lo sabéis, ¿no es cierto? No
p Yeo por qué sin una necesidad absolu-
a iró a embarazar mi vida con un com-
: Pañoro eterno. No; dice el sabio: Na-
da de más, y en otra parte : Llevadlo
Y lodo con vos mismo. Me enseñaron es-
tos dos aforismos en latín y en griego ;
él uno creo es de Fedro, y el otro de
las. Pues bien, mi querido padre : en
tl naufragio de la vida, porque no es otra
Cosa el naufragio eterno de nuestras es-
Peranzas, arrojo al mar el bajel inútil;
Me quedo con mi voluntad, dispuesta a
Vivir perfectamente sola y, por consi-
guiente, perfectamente libre.
,—Desgraciada — le dijo Danglars pa-
ldeciendo, porque conocía por expe-
Mlencia la fuerza del obstáculo que en-
“ontraba,
E << Desgraciada decis, señor? — re-
-Plicó Eugenia—. No, en verdad, y la
*Xclamación me parece teatral y afec-
ada ; dichosa, por el contrario, por-
Me os pregunto: ¿Qué me falta? El
Mundo me encuentra bella, y esto bas-
% para que me acoja favorablemente ;
€ gusta que me reciban bien, eso ha-
4% tomar cierta expansión a las fisono-
Mías, y los que me rodean me parecen
tonces menos feos. Tengo tal cual ta-
to y cierta sensibilidad relativa, que
'% permite sacar lo que me parece bue-
le de la existencia general para hacer-
| Ventrar en la mía, como el mono cuan-
do Tompe una nuez verde para sacar lo
' Me contiene. Soy rica, porque tenéis
04 de las mejores fortunas de Francia
Y S0y vuestra única hija, y no sois te-
| hasta el punto en que lo son los
Padres de la Puerta de San Martín y de
| 2 Gaité, que desheredan a sus hijas
"que no quieren darles nietos. Ade-
%8, la ley, previsora, os ha quitado el
“recho de desheredarme, al menos del
9, como os ha quitado el poder de
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obligarme a casar con éste o con el otro,
Así, pues, bella, espiritual, dotada de al.
gún talento, como dicen en las óperas
cómicas, y rica; siendo esto la dicha,
¿por qué me llamáis desgraciada, señor?
Danglars, viendo a su hija risueña Y,
altanera hasta la insolencia, no puda
contener un movimiento de brutalidad,
que se manifestó con un grito, pero fué
el único. Bajo el poder de la interroga-
dora mirada de su bija, y ante sus her=
mosas cejas negras, un poco fruncidas,
se volvió con prudencia y se tranquilis
zó, domado por la barra de hierro de la
circunspección.
—Hin efecto, hija mía, sois todo la
que acabáis de decir, excepto una co-
sa; no quiero deciros bruscamente
cuál ; prefiero que lo adivinéis.
Hugenia miró a Danglars, sorprendi-
da de que quisiese quitarle una flor de
las de la corona de orgullo que acababa
de poner sobre su cabeza,
—Hija mía — continuó el banque-
ro—, me habéis explicado perfectamen=
te cuáles son los sentimientos que pre.
siden a las resoluciones de una joven
somo vos, cuando ha decidido que no
se casará; ahora voy a deciros los mo-
tivos que tiene un padre como yo para
decidir que su hija se case.
Eugenia se inclinó, no como hija su=
misa, sino como adversario pronto a
discutir y que espera un resultado.
—Hija mía — continuó Danglars—,
cuando un padre ruega a su hija que tox
me un esposo, siempre tiene alguna ra-
zón para desear su matrimonio; log
unos tienen la manía que decíais hace
un momento : verse renacer en sus nie
tos; empezaré por deciros que no ten=
go esa debilidad ; los goces de familia
me son casi indiferentes; puedo conx
fesarlo así a una hija bastante filósofa
vara comprender esta indiferencia, sin
hacerme de ella un crimen.
—Sea en buen hora — dijo Euge.
nia— ; hablemos francamente, así me
gusta.
—, Oh ! Veis que sin participar en te=
sis general de vuestra simpatía por la
franqueza, me someto cuando creo que
las circunstancias lo requieren. Conti.
nuaré, pues; os he propuesto un ma
rido, no por vos, porque, en verdad,
era en lo gue menos pensaba en aquel