Full text: Tomo 2 (2)

198 
—¿Firmaréis el contrato? 
—No veo ningún inconveniente ; mis 
escrúpulos 10 llegan a tanto. 
—En fin, puesto que no queréis con- 
cederme más, preciso me será conten- 
tarme; pero una palabra aún, conde. 
—¿Qué más? 
—Un consejo. 
— Tened cuidado ; un consejo es más 
gue un servicio. 
—;¡ Oh ! Este podéis dármelo sin com- 
prometeros. 
—Decid. 
—¿El dote de mi mujer, es de qui- 
nientos mil francos? 
—Tal me ha dicho Danglars mismo. 
—¿Debo recibirlo o dejarlo entre las 
anos del notario? 
—Os diré lo que sucede generalmen- 
te cuando esas cosas sé hacen con de- 
licadeza. Los dos notarios quedan cita- 
dos el día del contrato para el siguien- 
te; en él cambian los dotes y se dan 
mutuamente recibo; después, celebra- 
do el matrimonio, los ponen a vuestra 
disposición como jefe de la comunidad. 
Es — dijo Andrés con cierta in- 
quietud mal disimulada — que yo he 
oído decir a mi suegro que tenía inten- 
ción de colocar nuestros fondos en ese 
famoso negocio del camino de hierro de 
que me hablabais hace poco. 
—Y bien—respondió Montecristo—, 
según asegura todo el mundo, es un 
medio de que vuestros capitales se tri- 
pliquen en un año, El barón de Dan- 
glars es buen padre y sabe contar. 
—Vamos, pues, todo va bien; salvo 
vuestra negativa, que me parte el 
corazón. > 
—Atribuidla solamente a mis escrú- 
pulos, naturales en estas circunstan- 
clas. 
—Vaya — dijo Andrés—, de todos 
modos, sea como queráis: hasta esta 
noche a las nueve. 
—Hasta la noche. 
Y a pesar de una ligera resistencia 
“de Montecristo, cuyos labios palidecie- 
ron, pero que conservó su sonrisa, An- 
drés cogió una de sus manos, la apre- 
tó, montó en su faetón, y desapareció. 
Las cuatro o cinco horas que faltaban 
hasta las nueve las empleó Andrés en 
visitar a sus numerosos amigos, invi- 
tándolos a que se hallasen presentes a 
ALEJANDRO DUMAS 
la ceremonia, y procurando deslumbrar- 
les con la promesa de acciones, que 
han vuelto locos después a tantos, y CU- 
ya iniciativa pertenecía a Danglars. 
En efecto; a las ocho y media de la 
noche el gran salón de Danglars, las 
galerías y tres salones más estaban lle- 
nos de una multitud perfumada, a la 
que no atraía la simpatía, sino la irre- 
sisbible necesidad de la novedad. 
No es necesario decir que los salo- 
nes resplandecían con la claridad de mil 
bujías y dejaban ver aquel lujo de mal 
gusto que sólo tenía en su favor la ri- 
queza. 
Eugenia estaba vestida con la senci. 
llez más elegante ; un vestido de seda 
blanco, una rosa blanca medio perdida 
entre sus cabellos, más negros que el 
ébano, componían todo su adorno, sin 
que la más pequeña joya hubiese teni- 
do entrada en él. Se leía en sus ojos un 
mentís dado a cuanto podía tener de 
virginal y sencillo aquel cándido ves- 
tido, 
La señora de Danglars, a treinta pa- 
sos de ella, hablaba con Debray, Beau- 
champ y Chateau Renaud. Debray ha- 
bía vuelto a entrar en la casa para aque- 
lla solemnidad ; pero como otro cual: 
quiera y sin ningún privilegio parti: 
cular. 
Andrés, del brazo de uno de los más 
elegantes dandys de la Opera, le ex- 
plicaba impertinentemente, en aten: 
ción a que era necesario ser bien atre- 
vido para hacerlo, sus proyectos fubu- 
ros y el progreso de lujo que pensab% 
hacer con sus ciento setenta y cinco M 
libras de renta. 
La multitud se movía en aquellos $4- 
lones como un flujo y reflujo de turque- 
sas, rubies y esmeraldas; como sgucé- 
de siempre, las más viejas eran la% 
más adornadas, y las más feas las qué 
se mostraban con más obstinación. $ 
había algún blanco lirio o alguna ros% 
suave y perfumada, era preciso busca!” 
los en un rincón apartado, guardados por 
una vigilante madre o tía. 
A cada instante, en medio de un tl- 
multo de risas, se oía la voz de un crió” 
do que anunciaba un nombre conock 
do en la Hacienda, respetado en el ejór- 
cito o ilustre en las letras ; vefase eb” 
tonces un ligero movimiento en los grW
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.