Full text: La taberna de la sangre (1)

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quiere decir sencillamente que se trata de un hombre 
que va á suicidarse. 
—Si el corazón se lo dice—replicó fríamente el Mu: 
ñeco,—puede que tenga penas de amor. 
—A no ser que se trate de algún banquero que dejó 
sin camisa á sus accionistas—dijo el expresidiario. 
—¡Eb! ¡Buen amigo!—gritó el Muñeco.—¡No hay que 
apurarse, que el agua está de buen temple! 
En el momento mismo en que el Muñeco decía esto, 
y antes de que sus palabras llegasen á lo alto del 
puente, hizo la silueta un movimiento muy semejan- 
te al de una chimenea de un vapor 303 va á pasar 
bajo un puente. 
Vióse una cosa negra y larga que volteaba por el 
aire, 
*Y 4 continuación de esto, el agua, que hasta enton- 
ces era tan tranquila, chapoteó golpeada por una cosa 
que caía, y se entreabrió ¡abismo pérfido! para engu- 
llirse su víctima. 
—¡Ya está hecho!—gritó el Muñeco.—¡El señor está 
servido! 
Y se echó á reir. 
El cuarto almadiero, el que estaba sentado á popa 
y cuidaba del gobernalle sin haberse mezclado para 
nada en la conversación, dió de pronto un grito, aban- 
donó la barca y se tiró de cabeza al agua. 
—¿Qué irá ese á hacer ahora ?-—preguntó al verlo 
el Muerte de los Valientes. 
—¡A la quenta va á pescarle! 
-—|Imbécil! —dijo el expresidiario.' 
Púsose el Muñeco las dos manos delante de la boca 
como formando un portavoz y gritó: 
—¡Eh! ¡Oye, Estornino! Si lo sacas vivo, no te da- 
rán más que quince trancos; ahógalo y te darán digg 
francos más. 
El almadiero, al que llamaban el Estornino, era un 
robusto joven de veintiséis 4 veintiocho años, é intrós
	        
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