Full text: La taberna de la sangre (1)

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Porque os digo y repito que está consagrada á la 
diosa Kalí. 
—No lo entiendo. 
—Escuchadme, porque creo que no me expliqué con 
bastante claridad. Los estranguladores se reconocen por 
medio de signos misteriosos, pero nosotros los euro: 
peos, los ingleses y los indios no afiliados, no sabría- 
mos reconocerlos. Los sectarios de esa extraña reli- 
gión pertenecen á todas las clases sociales. 
Los hay que son unos cumplidos gentlemans y vi- 
ven en Londres, se les ve en el teatro de Covent-Gar- 
den, en los alrededores de Buckingham Palace y en 
el parque de Saint-James. 
Los hay también entre nuestros criados y soldados. 
Constituyen, en una palabra, una red que nos en- 
vuelve. 
Los caprichos de la diosa Kalí, que, como podéis 
suponer, no se manifiesta á los humanos más que 
por medio de sus sacerdotes, son muy numerosos. 
Hace quince años manifestó un deseo de los más 
extraños, el de que le fuesen consagradas sesenta jó- 
yenes de diez á veinte años, y por consiguiente some» 
tidas á eterno celibato. 
Y sólo con esa condición, estarían libres del tremens 
do lazo de los estranguladores. 
--Pero, ¿será posible, general, que esas gentes or: 
denen y obedezcáis? 
-—Esperad, que voy á deciros de qué manera se ha: 
cen las cosas. 
Los estranguladores manifiestan la voluntad de su 
temible diosa por medio de avisos que una mañana 
aparecen clavados en los árboles de los paseos públi- 
cos ó en la puerta de los monumentos. Los que anuncia: 
ban el último capricho de la diosa, decían lo siguiente: 
«Las niñas y las jóvenes elegidas por la diosa Kalí; 
serán marcadas con un sello.» 
Y desde aquel día todo el que tenía una hija la
	        
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