Full text: La taberna de la sangre (1)

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Fador me ofreció el indulto cuando la insurrección iba 
vencida, precisamente en los momentos que estabais 
con los dolores del parto. 
Constantino, que no sabía nada acerca de esto, lle- 
gó en aquellos momentos. 
Se arrojó á mis pies dándose el nombre de hijo 
mío, y le prometí que seríais su esposa. 
Fué precisamente en aquellos instantes cuando vino 
al mundo vuestra hija, 
La mujer que la recibió en sus brazos me la presen- 
tó por ser el abuelo, y de pronto palidecí y dí un 
grito ahogado, al ver que aquel estigma terrible, del 
que os habíais librado, se reproducía con toda clari- 
dad en aquel débil cuerpecito que se movía entre mis 
brazos. 
¡Vuestra hija estaba marcada! 
¡—¡Ah!—exclamó Nadeja.—j¿Y es por eso?..: 
—Esperad, esperad aún—prosiguió el general.—El te- 
niente Constantino se acercó á mí con mucha viveza, 
miró á la niña y lanzó una exclamación parecida á 
la mía. 
El mismo tiempo se quitó el uniforme, desgarró la 
camisa, y dejando el pecho al descubierto, me lo en- 
señó, haciéndome retroceder aterrado. 
¡También él llevaba el infame sello de la diosa Kali! 
Le habían puesto aquella marca los estranguladores, 
—Pero, ¿quién eres?—le pregunté cogiéndole la ma- 
no.—¿ Cuál es tu verdadero nombre ? 
—Me llamo Constantino—me respondió, —y mi padre 
se llamaba Pedro Cormisof. 
Constantino era el hijo de mi amigo el oficial ruso; 
el mismo al que habían marcado á bordo del buquo 
y á cuyo hijo arrojó la fatalidad en vuestro camino 
para que se cumpliese un día ú otro la sangrienta 
profecía de los estranguladores. 
Y mientras tanto que Constantino y yo discutíamos 
los proyectos necesarios para huir y llevaros al otro
	        
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