= 12) —=
Fador me ofreció el indulto cuando la insurrección iba
vencida, precisamente en los momentos que estabais
con los dolores del parto.
Constantino, que no sabía nada acerca de esto, lle-
gó en aquellos momentos.
Se arrojó á mis pies dándose el nombre de hijo
mío, y le prometí que seríais su esposa.
Fué precisamente en aquellos instantes cuando vino
al mundo vuestra hija,
La mujer que la recibió en sus brazos me la presen-
tó por ser el abuelo, y de pronto palidecí y dí un
grito ahogado, al ver que aquel estigma terrible, del
que os habíais librado, se reproducía con toda clari-
dad en aquel débil cuerpecito que se movía entre mis
brazos.
¡Vuestra hija estaba marcada!
¡—¡Ah!—exclamó Nadeja.—j¿Y es por eso?..:
—Esperad, esperad aún—prosiguió el general.—El te-
niente Constantino se acercó á mí con mucha viveza,
miró á la niña y lanzó una exclamación parecida á
la mía.
El mismo tiempo se quitó el uniforme, desgarró la
camisa, y dejando el pecho al descubierto, me lo en-
señó, haciéndome retroceder aterrado.
¡También él llevaba el infame sello de la diosa Kali!
Le habían puesto aquella marca los estranguladores,
—Pero, ¿quién eres?—le pregunté cogiéndole la ma-
no.—¿ Cuál es tu verdadero nombre ?
—Me llamo Constantino—me respondió, —y mi padre
se llamaba Pedro Cormisof.
Constantino era el hijo de mi amigo el oficial ruso;
el mismo al que habían marcado á bordo del buquo
y á cuyo hijo arrojó la fatalidad en vuestro camino
para que se cumpliese un día ú otro la sangrienta
profecía de los estranguladores.
Y mientras tanto que Constantino y yo discutíamos
los proyectos necesarios para huir y llevaros al otro