Full text: La taberna de la sangre (1)

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Mi nombre os es desconocido—dijo.—Me llamo Ro- 
cambole, 
Soy un gran culpable que se arrepintió y que trata 
de obtener la clemencia celestial-—concluyó con voz 
conmovida. 
Y se marchó, saliendo con tanta ligereza de la ha- 
bitación, que Nadeja y su padre se miraron uno á 
otro preguntándose si eran juguete de algún ensueño, 
XXVI 
Las órdenes de Rocambole se habían ejecutado al pie 
de la letra. 
El Muerte de los Valientes, el Muñeco y el Guilloti- 
nado llevaron á los dos indios á la lancha. 
Aquéllos no hicieron la menor resistencia, aparte de 
que Rocambole los había atado con tan maravillosa 
destreza, que el más hábil juglar indio no consiguiera 
quitarles sus ligaduras, sino después de muchos es- 
fuerzos é intentos para deshacer aquellos nudos. 
No era: esta, empero, la causa de la sumisión de 
Gurhi y Osmanca, sino el terror que les produjera al 
Oir resonar en sus oídos su idioma natal. 
¿Quién era aquel hombre que lo hablaba con tanta 
facilidad ? 
Apoderóse de ellos un supersticioso temor, y mien- 
tras tanto que los llevaban hacia la lancha, dijérone 
Se en voz baja: 
—Hemos caído en poder de los hijos de Siva. 
Para que se comprendan estas palabras es preciso 
dar una ligera explicación: 
La religión del Indostan admite dos divinidades: Si. 
Ya y la diosa Kalí, por consiguiente dos principios 
Opuestos: el del bien y el del mal. 
Lo mismo que Kalí, la temible divinidad adorada 
Por los estranguladores, tiene sus fanáticos; Siva cuen- 
la también con los suyos, y éstos precisamente hay
	        
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