Full text: La taberna de la sangre (1)

= 18) = 
Sí, pero olvidáis que hicimos una, promesa, 4 Ro- 
cambole. 
—La de obedecero, 
Que nos prohibió que le siguiésemos. 
—Si—contestó el Guillotinado,—es verdad; pero ¿y sl 
le sucede algo? 
—¡Bah! ¡Bah!—dijo el Muerte de los Valientes.— 
Para algo se llama Rocambole. 
En el momento en que esto decía, se oyó á lo lejos 
un silbido, 
¡ El Muñeco se irguió con mucha viveza, exclamando: 
p —¡AhíÍ está! 
'- Oyóse, en efecto, un segundo silbido y vióse mover: 
ge una sombra negra en el camino hondo. 
Era Rocambole que se acercaba á la carrera. 
Saltó 4 la lancha con la agilidad de un corzo que 
franquea una zanja y en seguida dijo al Muñeco: 
—No desates la amarra que antes hemos de hablar 
un poco. 
, —¿Se dió el golpe ?—preguntó el Guillotinado. 
* ¡Y lo pregunta !—exclamó ingenuamente el Muerte 
de los Valientes encogiéndose de hombros. 
Sonrióse Rocambole y dijo: 
,——Mo jurasteis obedecerme. 
'—Sí, es muy cierto—contestaron los tres E una; 
l-—Por consiguiente, soy el jefe que dispone. 
J=Y os seguiremos y obedeceremos fielmente—res- 
pondió él Guillotinado. 
—Pues no es bastante eso—siguió diciendo fríamente 
Rocambole;—hay que obedecerme ciegamente. 
' —Ciegamente—repitieron los tres como un eco. 
¡—Sin discutir jamás mis órdenes—añadió Rocambolo, 
¡Los tres extendieron la mano diciendo :- 
«—¡Lo juramos á fe de ladrones! 
Cuando los ladrones hacen un juramento en nombre 
de su profesión, éste es sagrado,
	        
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