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Sí, pero olvidáis que hicimos una, promesa, 4 Ro-
cambole.
—La de obedecero,
Que nos prohibió que le siguiésemos.
—Si—contestó el Guillotinado,—es verdad; pero ¿y sl
le sucede algo?
—¡Bah! ¡Bah!—dijo el Muerte de los Valientes.—
Para algo se llama Rocambole.
En el momento en que esto decía, se oyó á lo lejos
un silbido,
¡ El Muñeco se irguió con mucha viveza, exclamando:
p —¡AhíÍ está!
'- Oyóse, en efecto, un segundo silbido y vióse mover:
ge una sombra negra en el camino hondo.
Era Rocambole que se acercaba á la carrera.
Saltó 4 la lancha con la agilidad de un corzo que
franquea una zanja y en seguida dijo al Muñeco:
—No desates la amarra que antes hemos de hablar
un poco.
, —¿Se dió el golpe ?—preguntó el Guillotinado.
* ¡Y lo pregunta !—exclamó ingenuamente el Muerte
de los Valientes encogiéndose de hombros.
Sonrióse Rocambole y dijo:
,——Mo jurasteis obedecerme.
'—Sí, es muy cierto—contestaron los tres E una;
l-—Por consiguiente, soy el jefe que dispone.
J=Y os seguiremos y obedeceremos fielmente—res-
pondió él Guillotinado.
—Pues no es bastante eso—siguió diciendo fríamente
Rocambole;—hay que obedecerme ciegamente.
' —Ciegamente—repitieron los tres como un eco.
¡—Sin discutir jamás mis órdenes—añadió Rocambolo,
¡Los tres extendieron la mano diciendo :-
«—¡Lo juramos á fe de ladrones!
Cuando los ladrones hacen un juramento en nombre
de su profesión, éste es sagrado,