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=-¿Tré yo?-——pregúntó la Morena,
—No lo sé. ; í
Y después de dar esta contestación marchóse el Mu-
fieco.
La Morena se dijo que 4 una mujer de su mérito
nunca se le deja á un lado y se preparó para recibir
de una manera digna al nuevo jefe de los asoladores.
Por su parte la Marica, que se hallaba presente cuan-
do se presentara el Muñeco con el recado, se dijo:
—Soy joven y bonita. La Morena es una vieja y me
costará muy poco trabajo desbancarla. Si el jefe se
lleva una compañera, seré yo.
El Muñeco encargó á la Morena que avisase 4 los
principales piratas, es decir, aquellos con los que se
podía realmente contar, y los citase para aquella no-
che.
Poco antes de que diesen las doce se presentaron en
la taberna Juan el Matarife y el Notario.
Y debían tener instrucciones de Rocambole, porque
el último dijo á la Morena:
—No te calientes la cabeza, comadre, ni muevas la
sin hueso, porque no acompañará ninguna mujer al
jofe.
—¡Bueno! ¡Gracias!—respondió la Marica mordién-
dose los labios.
—Además—siguió diciendo el Notario,—que creo que
no es precisamente á dos pasos de aquí 4 donde vamos.
—¡Bah!—hizo la Morena.
—No me chocaría aque hubiese necesidad de embar:
Carse.
—¡ En el Sena?
—No, para viajar por mar.
—Pues lo que es á mí ni me duele el corazón ni
me mareo, de manera que pueden llevarme—dijo la
Marica.—Y prueba de que no me asusta el viaje que
mo iba á ir 4 California en donde dicen que se gana
mucho oro...