e 147
declarar que abandonáis la apuesta, no tengo incór-
veniente en aceptar,
El francés sonrióse á su vez y replicó:
—Vuestro perro es muy hermoso y de búena gana
os haría la misma proposición.
—¿0s burláis?—dijo sir Jorge Stowe.
, Y quitó el collar y el bozal á «Tom», "que acostum:
brado á semejantes luchas, se plantó de un salto den-
tro del cajón.
Entonces el francés cogió 4 su perrito y lo metió
él mismo en el cajón.
El dogo se había acurrucado en un rincón del cajón
y daba vueltas,
—¡Pobre perrito!-—murmuró una sensible irlandesa
que figuraba entre los espectadores y que volvió la
cabeza para no ver cómo el dogo destrozaba entre
Sus potentes mandíbulas al perrillo habanero,
XXX
Los jóvenes 4 los que aquel espectáculo feroz reunía
en aquel sitio, no estaban dotados de la nerviosa sen-
Sibilidad de la irlandesa.
Inclinábanse sobre el cajón que rodeaban, fijando
Una mirada ávida sobre los dos combatientes,
Alguno, sin embargo, observó 4 hurtadillas al fran-
cés,
Este permanecía completamente tranquilo y, al pas
Tecer, estaba completamente seguro del resultado del
combate,
El dogo ladró dos veces mientras que el habanero
.58 echaba tranquilamente en medio del cajón, ponien-
do el hocico entre las patas.
ZAS
A