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un corredor que iban 4 parar al vestíbulo del hotel
de Dubourg.
Al llegar al vestíbulo acercóse al francés á un grue-
$0 personaje, completamente vestido de negro y cuyo
aspecto era el de un criado.
uste cogió el perrito de manos de su amo, y luego
echó sobre los hombros de éste un abrigo forrado de
pieles.
—Vámonos—dijo el francé,
Y salieron del hotel.
Cuando estuvieron en la calle, porque el del traje ne
gro le había seguido, preguntó el francés:
—¿En dónde está el cab?
—Allá abajo.
Y el criado señaló con la mano.
—Llévale el perro á Vanda.
“—¿Es que no venís, amo?
—No.
El del traje negro vaciló un momento.
—¿ Qué te pasa—preguntó el francés echándose á reir
—para contemplarme de esa manera, lo mismo que si
fuese un fenómeno ?
—Es que... que...
—¿ Qué ?
—Tengo miedo,
——¿Y de qué?
—Porque no me gusta veros andar solo de noche
Por las calles de Londres.
—¡Bah!
—Ya sabéis que esta mañana un policeman os dijo
que él no se atrevería 4 entrar en el. barrio de Wap-
Ping.
—Está bien; pues yo entraré.
—Señor...—suplicó el hombre grueso.
—Está visto que este bueno de Milón será siempre
Un imbécil —murmuró el francés como hablándose á
$l mismo,
Ar