Le acompañó allí y Rocambole no halló ni papeles
ni nada que le pudiese servir.
Lo único que le llamó la atención fué la caja de los
reptiles y en el primer momento tuvo intención de
deshacerse de ellos.
Pero Gurhi se echó á llorar y se arrodilló y Rocam-
bole se los dejó.
Desde que se hallaba en Londres y sometido á la
vigilancia de Vanda no tenía Gurhi más que un pasa-
tiempo: entretenerse con sus reptiles amaestrados.
Desde luego puede suponerse que Rocambole sólo
le concedió el permiso después de asegurarse que ni
una sola de las serpientes 6 víboras que tenía Gurbi
pertenecía á esas especies cuya mordedura produce una
muerte fulminanto.
Serpientes y víboras se paseaban en libertad y en
paz por la habitación que le había sido destinada á
Gurhi, y unas se refugiaban en su pecho y las otras
desenrollaban sus anillos atigrados en las cortinas y
varillas de su cama.
De todos aquellos reptiles sólo había uno cuyas glán-
dulas segregaban un líquido estupefaciente, pero no
mortal. 4
Era una viborilla de color amarillo y manchas ne-
gras, cuya mordedura, tan ligera que apenas se sen-
tía, tenía la extraña propiedad de producir un sueño
profundo.
Acordóse Gurhi de esto y desde entonces cifró todas
bus esperanzas de libertad en la víbora amarilla.
Cada vez que Rocambole salía para ir á alguna mis-
toriosa entrevista en la City de Londres ó en el Wap-
ping, Vanda mandaba que le arreglase el cuarto que
precedía al que ocupaba Gurbhi.
Y como esta última habitación no tenía más que
una sola puerta habríase necesitado que Gurhi pasara
a] pie del lecho de Vanda para salir, ;