Full text: La taberna de la sangre (1)

Le acompañó allí y Rocambole no halló ni papeles 
ni nada que le pudiese servir. 
Lo único que le llamó la atención fué la caja de los 
reptiles y en el primer momento tuvo intención de 
deshacerse de ellos. 
Pero Gurhi se echó á llorar y se arrodilló y Rocam- 
bole se los dejó. 
Desde que se hallaba en Londres y sometido á la 
vigilancia de Vanda no tenía Gurhi más que un pasa- 
tiempo: entretenerse con sus reptiles amaestrados. 
Desde luego puede suponerse que Rocambole sólo 
le concedió el permiso después de asegurarse que ni 
una sola de las serpientes 6 víboras que tenía Gurbi 
pertenecía á esas especies cuya mordedura produce una 
muerte fulminanto. 
Serpientes y víboras se paseaban en libertad y en 
paz por la habitación que le había sido destinada á 
Gurhi, y unas se refugiaban en su pecho y las otras 
desenrollaban sus anillos atigrados en las cortinas y 
varillas de su cama. 
De todos aquellos reptiles sólo había uno cuyas glán- 
dulas segregaban un líquido estupefaciente, pero no 
mortal. 4 
Era una viborilla de color amarillo y manchas ne- 
gras, cuya mordedura, tan ligera que apenas se sen- 
tía, tenía la extraña propiedad de producir un sueño 
profundo. 
Acordóse Gurhi de esto y desde entonces cifró todas 
bus esperanzas de libertad en la víbora amarilla. 
Cada vez que Rocambole salía para ir á alguna mis- 
toriosa entrevista en la City de Londres ó en el Wap- 
ping, Vanda mandaba que le arreglase el cuarto que 
precedía al que ocupaba Gurbhi. 
Y como esta última habitación no tenía más que 
una sola puerta habríase necesitado que Gurhi pasara 
a] pie del lecho de Vanda para salir, ;
	        
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