Full text: La taberna de la sangre (1)

juas 29S 
—Dios premie á los buenos corazones y se lo aumen- 
te en belleza á miss Cecilia. 
Al regresar del paseo y ya la señora en sus habita: 
ciones, vió entrar despacio y encorvada como antes á 
la misma mendiga. 
No dió lugar á interrogarla, porque ésta adoptando 
la misma voz gangosa dijo: 
—Vengo á devolver la limosna recibida—y como no- 
taso el asombro de su madre añadió con su voz na- 
tural: 
—¡Parece mentira que mi voz se parezca tanto á la 
de miss Cecilia! 
Y se abrazó á su madre que no salía aún de su asom- 
bro. 
Esta anécdota corrió por todo el condado, causando 
la admiración de todos. 
En compañía de su madre vivía en un hotelito si: 
tuado entre patio y jardín en Picadilly y en él tenía 
Una entrada aparte para su estudio, en el que se re- 
unía mucha gente. 
Al pintor francés que la daba lecciones le había 
autorizado para fumar un cigarrillo, lo cual era una 
cosa inaudita. 
Miss Cecilia encontró un día á sir Jorge Stowe en 
las carreras de Ascott. 
Lo moreno atrae á lo moreno; la inglesa de pelo ne- 
gro se impresionó al ver aquel rostro bronceado, coro. 
nado por un pelo encrespado; á la vista, en fin, de un 
hombre que representaba el tipo más soberbio de esa 
nueva raza que los ingleses han creado en la India, 
Hizo que sir Jorge la fuese presentado, y tres días 
después dijo con toda claridad á su madre: 
—He encontrado el marido que me conviene, 
Su madre protestó. 
—¡Un hombre que tiene sangre india en las venas; 
Taberna—15
	        
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