Full text: La taberna de la sangre (1)

tiene una claraboya de cristales y, vrecisamente esa 
claraboya está al nivel del techo. 
—Bien, ¿y qué? 
—Por otras doscientas guineas, el ayuda de cámara 
de sir Jorge permitió á sir Randolfto que subiese al 
techo de la casa. Esto sucedió anteayer por la noche. 
A eso de las dos de la madrugada llegó sir Jorge Stowe 
y entró en la pagoda. Tendido boca abajo sobre la cla- 
raboya, vió sir Randolío al angloindio, que estaba me- 
dio desnudo y con la cabeza cubierta con una tela 
blanca, arrodillarse al pie del pilón y contemplar amo- 
rosamente al pececillo rojo. 
—¿Y fué, querido primo, sir Randolfo el que os 
contó en persona esa historia encantadora ? 
—SÍ, prima. 
-—¿A vos solo? 
—No, á mí y al baronet sir Nively. Ayer tarde nos 
vimos en el club, en Pall-Mall. 
—Pues bien: sir Jorge matará mañana 4 sir Randol- 
fo, y os aconsejo, primo, que no hagáis circular mu- 
cho ese relato tan necio. 
Púsose en pie miss Cecilia y con un gesto soberbio 
hizo comprender á sir Arturo que deseaba que no la 
hablase más de aquello. 
A su vez se levantó sir Arturo. 
. « —Adiós, prima mía—dijo.—Conste que cumplf con 
mi deber, y espero que os acordaréis si os sucede al- 
guna desgracia. 
Miss Cecilia respondió con una mueca desdeñosa y 
no despegó más los labios, 
Sir Arturo dió unos cuantos pasos hacia la puerta, 
y al llegar cerca de ésta, se volvió, 
—Cecilia—dijo,—una palabra. 
—¿Para qué? 
¡—Una sola... 
Y como su prima no respondiese, tomó ósto por un 
consentimiento, 
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