«Vengo á daros una noticia muy triste.
—¡ Hablad !
—¿Conocíais los dos á sir Randolfo Ounderby ?
—Ya lo creo que lo conocía, como que no quise ca-
sarme con él-—respondió miss Cecilia,
—Pues has tenido mucha suerta. sobrina—dijo el an-
“iano lord Charring.
—¿De veras? ¿Por qué?
—Porque á estas horas serías viuda,
Miss Cecilia dió un grito, ¡un grito de triunfo! y
miró á sir Arturo Newil, como queriendo decir con su
mirada:
—Ya lo veis, sir Jorge se hizo justicia.
Pero lord Charring añadió:
—Esta noche, cuando volvía del club 4 su casa. la
estrangularon.
Dió miss Cecilia otro grito.
Al mismo tiempo una palidez mortal se extendió por
su rostro.
—¿Y le habrán robado ?—preguntó sir Arturo Newil.
—No—contestó lord Charring,—porque le encontraron
el portamonedas intacto, la cartera y el reloj.
Esta vez se desplomó miss Cecilia desfallecida en
el sillón que ocupara poco antes y se cerraron sus
ojos.
¡Sir Arturo Newil había dicho la verdad!
» al ñ * * 3 4 »