Full text: La taberna de la sangre (1)

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¡Ahí está el jefe, al que en adelante obedeceremos 
ciegamente! 
Y en pocos minutos vióse el Pastelero arrojado des: 
de las alturas del poder. 
El Notario, con su elocuencia, contó con su lengua- 
je pintoresco la evasión maravillosa de Rocambole y 
de sus compañeros, antes de lo que había detenido 
on su fatal caída la cuchilla de la guillotina, 
Aquel relato electrizó á todo el auditorio, 
Juan el Matarifo añadió á su vez: 
-—Yo fuí uno de ellos, como que era el verdugo, 
Y todos aplaudieron con furor. 
Y á continuación el Muerte de los Valientes, "del que 
se conservaba el recuerdo en las cárceles centrales, hizo 
resaltar la carencia de energía y la poca imaginación 
del Pastelero. 
Este no tuvo más remedio que inclinar la cabeza 
ante aquel cambio de la opinión, y no protestó cuando 
fueron á ofrecer á Rocambole el mando de la banda. 
Ya so sabe de qué manera recibió Rocambole á la 
comisión compuesta del Notario y del Muerte de los 
Valientes, y cómo ordenó se aplazase la expedición 
proyectada contra la misteriosa casita de Villeneuve- 
Saint Georges. 
Al día siguiente desapareció el Pastelero, 
—Sois unos ingratos—dijo al marcharse;—y ya ve- 
remos si con vuestro Rocambole hacéis tantos y tan 
buenos negocios como cuando estabais conmigo. 
Esa pretendida abdicación ocultaba, empero, un ren- 
cor feroz y la idea oculta de reconquistar aquel poder 
que se le escapaba. 
La Morena se despidió de él con mucha frialdad y, 
sin embargo, hacía diez años, desde que su difunto 
«se había casado con la viuda,» es decir, puesto la 
cabeza bajo la cuchilla de la guillotina, que el Pas- 
telero sucedió al ajusticiado y era el objeto de to- 
das las preferencias, 
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