e DY
cer y teniendo mi físico deteriorado, me meti á la-
drona de niños.
Y en el mismo momento en que la Chata decía es-
tas palabras, una niña que dormía entre la paja le-
vantó la cabecita, y la luz macilenta del farol ilumi-
nó su rostro angelical.
Y todos aquellos hombres que rodeaban al Pastelero
y á la Chata, todos aquellos seres abyectos se pusie-
ron á contemplar con ingenuo asombro á la niña..;
tan hermosa era.
Habríase dicho que era un ángel del cielo entre de-
MONIOS..,
XII
Con un asombro que tenía más de terror que de otra
cosa, contemplaba la pobre criatura á todas aquellas
gentes.
Los que la rodeaban la examinaban, por el contras
rio, con cierta satisfacción,
Habríase dicho á la vista de aquel rostro de queru-
bín, sombreado por una cabellera de oro que caía en
bucles sobre su cuello, que tenía la blancura del lirio;
servía para calmar sus almas agitadas por la tempes:
tad del crimen.
La Chata fué la única que la miró con cólera, y la
dijo con acento iracundo:
—( Quieres irte á echar, mala pécora?
La niña cruzó las manitas y sa puso de wodlas;
diciendo:
—¡No me peguéis, señora!
—¡0 te acuestas ó te abofeteo!—repitio 1a odiosa
criatura.
La niña, cada vez más asustada, retrocedió.
—¿Quién es esa criatura ?-—preguntó asombraao el
Pastelero.
«—Es una niña que robé,
a