Full text: La taberna de la sangre (1)

tado 4 un lado con la mayor indiferencia, se acercó, 
y á su vez, se puso á mirar. 
—¡Bah!—exclamó.—Yo sé lo que significa eso. 
Y en seguida añadió: 
—Para algo fuí 4 la India y serví en la marina 
siendo joven. 
Todas las miradas se apartaron un momento de la 
espalda de la niña, para fijarse con curiosidad en el 
nuevo interlocutor. : 
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Era éste un hombre ya viejo, de rostro bronceado; 
de labio caído 4 consecuencia de una vida licenciosa. 
Tenía una mirada de fiera y estatura hercúlea. 
Debía á su antigua profesión el apodo ó alias con 
que se le designaba entre los ladrones. 
Le llamaban el Marinero. 
—He tenido muchos oficios—dijo.—He sido marine- 
ro, soldado y ahora soy ladrón. 
Fumé opio en Calcuta y comí rancho de habas en 
el presidio de Tolón; sé, por consiguiente, corderos 
míos, una porción de cosas, y puedo deciros lo que 
significa eso. 
—Habla—dijo el Pastelero, 
—Es una señal misteriosa, que los indios rebeldes 
á Inglaterra, imprimen, con una tinta imborrable, en 
el cuerpo de aquellas personas de las que quieren ven- 
garse. 
—¡Ah!—exclamaron á la redonda, y la curiosidad ge- 
neral fué en aumento, 
El Marinero tocó con mucha suavidad la espalda de 
la niña. 
—En esta criatura—dijo,—la señal es de nacimien- 
to, porque los señalados, ó taraceados, fueron su pa- 
dre Ó su madre, 
—No es muy bonito, pero no debe hacer sufrir mu- 
cho—observó el Pastelero,
	        
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