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y luego cogió su pañuelo y lo colocó y ató sobre
la boca de Gurhi á manera de mordaza.
—No le sueltes aún—ordenó al Muñeco.
Y corrió 4 Osmanca, que continuaba haciendo es-
fuerzos para desasirse de las manos del Guillotinado
y del Muerte de los Valientes. ,
—¡¿ Hay que rematarle?—preguntó el primero
—No. YE,
Respondió Rocambole y se acercó á Osmanea, al
que dijo en idioma indio:
—¡Cállate; Siva lo quiere,
El efecto que le produjo el otr hablar en su lengua
materna fué indescriptible y en un todo semejante al
que experimentara Gurhi.
Dejó de luchar y de defenderse y miró á Rocam-
bole, cuyos ojos brillaban en la obscuridad y le con-
templó con supersticioso terror.
Le registró Rocambole, como había hecho con Gurhi.
Osmanca llevaba también encima una cuerda con
un lazo corredizo en uno de sus extremos, un puñal
y un revólver. '
Desató Rocambole aquella otra cuerda que cogiera
en la lancha y que colocara 4 través del camino hondo.
La cortó en dos con su puñal y cogió la mitad con
la que ató los pies y manos á Osmanca, que no hizo
ninguna resistencia. ;
Lo que hizo que llegase su colmo al terror supers-
ticioso que se apoderó de él, fué el ver la destreza
maravillosa con la cual le ató Rocambole.
Nunca juglar indio hizo con más ligereza nudos más
difíciles y apretados.
Rocambole le amordazó del mismo modo. que, lo _hi-
ciera con Gurhi.
Al terminar dijo 4 sus compañeros:
—Ahora, amigos mios, he cambiado de plan.
—(¿Cómo ?—preguntó el Muerte de los Valientes.
1aberna—?7.