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mA dónde iba?
»Nadie lo sabía porque nunca la habían seguido.
»No obstante á medida que pasaba el tiempo parecfa
dominada más y más por una profunda melancolía, dan
do pruebas de vagas aprensiones y siendo presa á veces d
tristezas inexplicables.
»Estremecióronse un día sus entrañas y se apercibió de
que muy pronto iba á ser madre,
»Aterrada de pronto, arrojóse á los pies del marqués,
»—¡Sálvame!—le dijo.
»—¡Salvarte!—exclamó asombrado Gastón.
»—Sí, sálvame, que no estoy en seguridad aquí
»—¡¿Pero estás loca? ¿Tu marido?...
»—Es que no tengo marido...
»Inmutóse el marqués y en voz muy baja, murmuró!
»—Tu amante... el que lo fué...
»—No tenía amante; pero—añadió exaltándose,—me ju-
raste que no tratarías de penetrar ese misterio,
»—Y te renuevo ese juramento.
»—Entonces si me amas, sálvame.
»—¿Y de quién?
»—No puedo decírtelo.
»Y el terror hacía castafí
»—¿Quieres que no me mueva de aquí ni noche ni
día?
»—No. Es preciso que me marche de aquí y que me
ocultes fuera de París en un sitio muy ignorado ¡es ne-
cesario!
Gastón de Maurevers amaba á Juliana € hizo lo que
ella quería.
»Juliana ideó tuna comedia y ésta se representó con to-
dos sus detalles.
»El marqués la acompañó en pleno día á la estación
del Norte en su propio coche y len presencia del cochero y
del lacayo la entregó una cartera como si se separase
de ella para siempre.
Juliana echó en el buzón de la estación una carta
cuyo sobre no pudo ver el marqués.
»Emprendió después el viaje 4 Bruselas y al día si-
guiente se presentó en Saint-Cloud vestida de negro, ha
blando en inglés y seguida de dos criados acerca de
cuyo arigen británico no podía abrigarse ninguna duda
e
tear sus dientes.