—= 11] =
»Desde ese instante, y sometióndose á la voluntad de
su misteriosa amante, reanudó Gastón de Maurevers sus
relaciones con la linda actríz de Variedades y continuó
su vida alegre de ot
»Sucedió lo que Juliana había previsto, ó quizás provo-
cado, sin duda, con la carta que echara en el buzón de la
estación del Norte.
ros tiempos.
»Al cochero y á los demás criados del marqués les in-
terrogaron unos desconocidos que trataron de sobornar-
los dándoles dinero.
»Le dijeron lo que sabían 6, al menos, lo que creían
saber,
»El marqués había roto sus relaciones con su querida y
la había abandonado dtándola cien mil francos el día en
que aquella regresó á su país.
»Juliana se hallaba, pues, desde hacía más de un año,
en Saint-Cloud y había dado 4 luz un niño.
El marqués no iba á verla más que por la noche y
fiel 4 la palabra empeñada, no la interrogaba nunca.
»Todo lo que sabía era que los dos hombres que ha-
bían querido asesinarla no eran mi su hermano ni su ma-
tido.
»No obstante parecía que Juliana les temía mucho,
Pues repetía frecuentemente:
»—Si me encontrasen me matarían.
»Aquella noche, sin embargo, tuvo el marqués un acce-
i So de indignación y exclamó, como ya oimos:
»>—¡Sí que vengan!
»—NOo, no; les preciso que me vaya de aquí y que me
Pcultes en otro lado.
»La cogió el marqués entre sus brazos y respondió:
»—Mañana busci 'ún muevo retiro, tranquilízate.
»Pasó dos horas á su lado y después, antes de que em-
Je á amanecer, montó otra vez á caballo y se alejó.
: »Asomada á la ventana escuchó Juliana el ruido del ga-
i lope del caballo de su amante, ruido que se iba debilitan-
do por momentos y de pronto se estremeció al oir un
Cstridente silbido.
»Al mismo tiempo agitóse una sombra negra en el jar-
e y amedrentada Juliana, retiróse al fondo de la habi-
i ación,