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»Lo que entonces sucedió en la habitación, fué cosa sos
lemne y siniestra, y lo fué aquella lectura al pie de un le-
cho mortuorio, en medio de la noche, con las ventanas
abiertas, mientras que la chimenea chisporroteaba lúgu-
bremente un fuego mortecino.
»Lo que leyó el marqués fué lo siguiente: '
«Amado Gastón.
»Todas las noches, cuando os separáis de mi, me pre-
»gunto si me volvertis á ver viva, y lun gran, terror se apo-
»dera de mí.
»Estoy condenada á muerte, amigo mío, y lo estoy por
»no haber obedecido.
»¿Oísteis hablar alguna vez de esas misteriosas asocia-
»ciones que en la Edad Media llamaban de los Jueces
»Francos?
»¿51? Pues bien; aquel que se negaba á ejecutar la sen-
rencia de que le habían encargado, tenía que sufrirla con
»el castigo.
»Me ordenaron que matase, pero no de una muerte vio-
lenta, sino con una muerte lenta y misteriosa, y desobe-
adecí.
»Hice un juramento, y no lo cumplí; comelí una trai-
»ción.
»La víctima que me designaron fuísteis vos, amado de |
»mi alma, y por esto moriré cualquier día, y ese triste |
»presentimiento me persigue sin cesar.
»No fuí jamás una mujer casada perseguida por su
»marido y su hermano. |
»La escena de los Campos Elíseos, fué una comedia
»preparada' para engañaros.
»¡Ab!l ¡Por qué no seguiríais aquella noche vuestro ca-
»mino sin deteneros!
»,Pero es posible estar á vuestro lado sin amiaros' y que-
»reros cuando sois tan noble y bueno?
»Y yo, que no era más que una criatura mancillada por
»el crimen y por el vicio, me sentí revivir naciendo para!
»una vida nueva á vuestro lado, y mi siniestro presenti-
»miento se ¡ba desvaneciendo poco á poco en mi memo-
»ria, lo mismo que una pe adilla que nos atormentó to-
da una noche, y que se disipa con el primer rayo del
«sol.
»No sabéis mi podéis sospechar quién soy, ó mejor di-