= 12d =
*e de Holanda, dejando una delación para el jefe de la
»policía.
»Prendieron al jefe, confeso del delito del robo, y á mí
»me declararon su cómplice.
»Fué en vano que protestase de mi inocencia, porque
»madie me creyó.
»Tardaron muy poco en demostrar cuál era nuestra ver-
»dadera identidad.
¡1 conde de O... era un judío veneciano, y yo una po-
»bre mujer perdida. |
»Al conde le condenaron á galeras y á ser marcado.
»A mí me condenaron á esa misma marca infamante,
»y á deportación á una colonia penitenciaria en donde
debía unirme con un deportado.
»Aquella suerte no podía ser más horrorosa.
»Y, no obstante, hoy, querido Gastón, que os amo tan-
vto, y que tenéis fe en mí, cuando nos inclinamos sobre
»nuestro dormido hijo, me pregunto amargamente mu-
»chas veces, si no debe pesarme el haberme librado de
ella.
»En Holanda se verifica cada tves meses la salida de
»los condenados á deportación á Guyana.
»La víspera de la partida, á los condenados á la depor-
»tación, los someten á la pena de argolla en una inmensa
»plaza pública, y el verdugo los ¡marca para siempre con
y »un hierro candente, las armas de la casa Orange.
»Hacía unas once semanas que esperaba, en compañía
»de un centenar de mis semejantes, la suerte que me ha-
»bía cabido.
»Estábamos hacinadas en un pontón, en el que carecía-
»mos de espacio, de aire y hasta de alimento.
»A pesar de esto, mis compañeras reían y cantaban, y
»hablaban, forjándose algunas ilusiones á veces, acerca
»del ladrón ó asesino: que las estaba destinado para es-
»poOSo.
»Estremecíame y temblaba yo, á pesar mío, al pensar
»que el hierro candente iba 4 abrasar para siempre mis
A »espaldas, y que me esperaba tuna vida de oprobio y de
infamia. :
»Fué en aquella ocasión, querido Gastón, cuando el in-
Mierno acudió en mi ayuda, y un demonio me ofreció la
»salvación y la libertad, 4 cambio de la yida de un 'hom-