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que hasta entonces sólo habían podido procurarse matán-
dolos á tiros.
»Para conseguir esto idearon cargar con pólvora una es-
copeta y reemplazar el taco ordinario por otro de sebo
que cerraba herméticamente el cañón.
»Por encima del cuerpo graso que impedía toda comu-
nicación con la pólvora, echaban agua llenando el ca-
ñón, cuya boca tapaban con una segunda y gruesa Capa
de sebo.
»Una vez cargada así la escopeta íbanse los naturalistas
á cazar, apuntaban al pájaro que codiciaban y hacían
fuego.
»El agua, empujada por la pólvora, caía como una
tromba sobre el pájaro, le envolvía por completo, utur-
diéndole y mojándole las alas impidiéndole volar, lo que
permitía poderle coger con la mano.
»Pensándolo mucho y reuniendo datos supuso el mar-
qués que con él habrían hecho lo mismo, sólo que no era
con agua con lo que estaba cargada la escopeta sino con
un líquido corrosivo que "se volatizó casi en seguida y
que llenó la habitación de un gas esencialmente infla-
mable.
»Pero aquella noche había estado demasiado preocupa-
do no ya para tratar de explicarse lo que le sucedía si
no hasta para comprenderlo.
»La casa, que lo hemos dicho, estaba aislada sobre una
altura, y á la derecha del camino de Montretout,
»—¡Salva 4 mi hijo! —gritó el marqués colocando al ni-
ño en brazos de Jacoba.
La doncella irlandesa, loca de terror, se refugió en el
otro extremo del jardín.
»La casa estaba ardiendo.
»A] ver que no podían dominar el fuego tanto el mar-
qués como Juan salieron á la carretera para pedir socorro.
»Al principio nadie les oyó.
»La primera persona que vió el incendio fué un guarda
barrera del ferrocarril que avisó al jefe de la estación.
Poco á poco fueron enterándose en las casas inmedia-
tas y sus habitantes acudieron apresuradamente,
»Algunos se fueron al teatro del siniestro y otros baja-
ron «corriendo á Saint-Cloud en demanda de auxilio.
»Cuando llegaron las bombas la casita no era más que