Full text: La hermosa jardinera (5)

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»Ahora, Rocambole—seguía diciendo Turquesa en su 
manuscrito, —poco es lo que puedo deciros 
»Transcurrieron seis meses y durante este tiempo reco- 
bró Maureves por completo la razón. 
»Recobró también su alegría habitual y, al mismo tiem- 
po que seguía viéndome á escondidas, tanto le domi- 
naba el pensamiento de que existían unos enemigos su- 
yos que tenían interés en que desapareciesen su hijo 
que no dejaba de venir todos los días á mi casa. 
»Iba además al club, asistía 4 las carreras de caballos, 
á las primeras (representaciones, y pasaba por el hom- 
bre más frívolo y dichoso de París. 
»A pesar de esto observé que, de vez en cuando, le do- 
minaba un vago sentimiento de tristeza. 
»Y hasta un día le dije: 
»—Es que te acuerdas aún de esa mujer 
»— Tal vez--me respondió bruscamente. 
»Y me dejó. 
Al día siguiente había recobrado su alegría y su tra: 
to agradable y no le volví á hablar más de aquello. 
Pasaron algunos días y una tarde se me presentó con 
el rostro trastornado, la mirada apagada y dando pruebas 
de una agitación extraordinaria. 
Le miré con espanto. 
»Al principio no me quiso decir nada y se puso á be- 
Sar y acariciar á su hijo con un furor febril. 
'AL fin, contestando á mis repetidas preguntas, me 
dijo: 
La he visto. 
> ¿A quién?-—pregunté temblando. 
»>—¡A ella! 
»En esta palabra encerrábase todo un poema. 
»Ella era Rumia. 
»Y observando que me estremecía, al verle tan emocio- 
nado, añadió: 
Pasó como un relámpago por mi lado, hace un mo- 
mento en los Campos Elíseos, en un coche descubierlo... 
Lira ella, ¡sí, ella! 
"No le respondí porque el miedo me oprimía la gar- 
ganta, 
»—Puse mi caballo al galope—continuó, y traté de al.
	        
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