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Levantó el indio los ojos y se encogió imperceplible-
mente de hombros como queriendo decir.
—No sé de lo que me habláis.
—¿ Entiendes el inglés?—preguntó el Muñeco.
Un vivo destello de inteligencia iluminó la mirada del
indio.
Y el Muñeco le dijo en inglés
—¿En dónde está Rocambole?
El indio renovó su pantomima.
Esta vez significaba claramente que no lo sabía, ó6 que
si lo sabía, no podía decirlo.
¿Eres mudo?—preguntó el Muñeco.
El indio abrió la boca, y Vanda, Milón y el Muñeco re-
trocedieron horrorizados.
¡A aquel hombre le habían cortado la lengua!
—¿Quién te hizo eso?—le preguntó el Muñeco.—¿Han
sido los ingleses?
El indio dijo que no con la cabeza
—¿Fueron los estranguladores?
—Sí—respondió con un singo.
Y, durante tuna nueva pantomima, dió á entender que
iban á estrangularle cuando le habían salvado casi mila-
grosamente.
—¿Quién te salvó?—le preguntó en inglés Vanda.
El indio señaló él sobre con el dedo lo que quería
decir:
—¡Ha sido Rocambole!
Y dió un paso para retirarse.
—¿No quertis decirnos dónde está Rocambole? — pre-
guntó el Muñeco.
—No—respondió el indio con la cabeza.
Y con el dedo índice se hizo una cruz en la boca.
—Respetemos la voluntad de Rocambole-—murmuró el
Muñeco.
¡Oh!—exclamó desesperada Vanda.—Está muy cerca
de nosotros, tal vez, y no podemos verle,
Saludó el indio, se dirigió andando de esvaldas hacia la
puerta, y se marchó.
¡Yo sabré á dónde va!—dijo Vanda
Y salió en seguimiento suyo.
Hacía muy poco que el indio había franqgueado la ver-