Full text: La hermosa jardinera (5)

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dó encerrar en un camarote, ordenando que nadie se 
ocupara de ella. 
Dada esa orden, dedicóse á embalsamar á Perdido. 
El duque, en su anterior viaje 4 Oriente, había des- 
cubierto algunos secretos de la medicina turca. 
Mandó que llevasen á su camarote el cadáver del ban- 
dido que estaba aún caliente, y echó en el agujero pro- 
ducido por la herida algunas gotas de un líquido mis- 
terioso que se esparció en seguida por todo el cuerpo. 
Hecho esto, armóse de un bisturí y convirtió el agujero 
redondo de la bala en una herida triangular que parecía 
producida por un puñal Óó una espada. 
Después de proceder de esta manera á la conservación 
del cadáver de Perdido mandó el duque que le diesen una 
navaja de afeitar y echó abajo la espesa barba que cubría 
el rostro del hijo adoptivo de José Minós, al que no dejó 
más que patillas cortadas á la inglesa y bigote, 
De este modo llevaba la barba el marqués de Maure- 
vers en la ópoca en que abandonara á París. 
Y como Perdido y el marqués se parecían en todo y ca- 
da uno de los rasgos de su rostro, los que encontrasen el 
cadáver del primero no dudarían y declararían que era 
el cadáver del segundo. 
Este último era objeto, á la sazón, de los más asiduos 
cuidados. 
Tenía fiebre y era presa del delirio, de manera que no 
se daba cuenta de lo que le sucedía. 
El duque, en pie á la cabecera de su lecho, le contem- 
plaba con salvaje alegría. 
No tengo más que tuna parte de mi venganza-—mur- 
muró;—y es bien pequeña, porque Perdido se ha muerto 
muy deprisa. La erdad es que no tuvo tiempo para su- 
frir; pero Perdido no era culpable, pues sólo fué hijo del 
crimen, y ni siquiera se apellidaba Maurevers. 
Cada vez que pronunciaba este apellido parecía que se 
le abrasaba la garganta al duque. 
—¡Ah! ¿Acaso me vengaría si no creyese en la inmorta- 
lidad del alma? Pero tengo una creencia profunda, inque- 
brantable; creo que más allá de la muerte los hombres 
siguen pensando y vivienda y que, convertidos en seres im- 
palpables, vagan sin cesar alrededor de los seres que aman, 
gozando con sus alegrías ó sufriendo con sus dolores. Mien
	        
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