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dó encerrar en un camarote, ordenando que nadie se
ocupara de ella.
Dada esa orden, dedicóse á embalsamar á Perdido.
El duque, en su anterior viaje 4 Oriente, había des-
cubierto algunos secretos de la medicina turca.
Mandó que llevasen á su camarote el cadáver del ban-
dido que estaba aún caliente, y echó en el agujero pro-
ducido por la herida algunas gotas de un líquido mis-
terioso que se esparció en seguida por todo el cuerpo.
Hecho esto, armóse de un bisturí y convirtió el agujero
redondo de la bala en una herida triangular que parecía
producida por un puñal Óó una espada.
Después de proceder de esta manera á la conservación
del cadáver de Perdido mandó el duque que le diesen una
navaja de afeitar y echó abajo la espesa barba que cubría
el rostro del hijo adoptivo de José Minós, al que no dejó
más que patillas cortadas á la inglesa y bigote,
De este modo llevaba la barba el marqués de Maure-
vers en la ópoca en que abandonara á París.
Y como Perdido y el marqués se parecían en todo y ca-
da uno de los rasgos de su rostro, los que encontrasen el
cadáver del primero no dudarían y declararían que era
el cadáver del segundo.
Este último era objeto, á la sazón, de los más asiduos
cuidados.
Tenía fiebre y era presa del delirio, de manera que no
se daba cuenta de lo que le sucedía.
El duque, en pie á la cabecera de su lecho, le contem-
plaba con salvaje alegría.
No tengo más que tuna parte de mi venganza-—mur-
muró;—y es bien pequeña, porque Perdido se ha muerto
muy deprisa. La erdad es que no tuvo tiempo para su-
frir; pero Perdido no era culpable, pues sólo fué hijo del
crimen, y ni siquiera se apellidaba Maurevers.
Cada vez que pronunciaba este apellido parecía que se
le abrasaba la garganta al duque.
—¡Ah! ¿Acaso me vengaría si no creyese en la inmorta-
lidad del alma? Pero tengo una creencia profunda, inque-
brantable; creo que más allá de la muerte los hombres
siguen pensando y vivienda y que, convertidos en seres im-
palpables, vagan sin cesar alrededor de los seres que aman,
gozando con sus alegrías ó sufriendo con sus dolores. Mien