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Milón del hotelito, llevando puesta una librea de mañana
que le daba el aspecto de un antiguo mayordomo del arra-
bal de Saint-Germain, y subiendo á un coche dió orden
de que le llevasen 4 la calle de Postas.
Es ésta una de las más solitarias del barrio Latino y se
extiende por detrás de la plaza del Panteón. En ella se
ven, y le dan una fisonomía especial, casas muy antiguas,
grandes jardines, fondas económicas y muchos colegios
de niños.
El colegio indicado por Rocambole estaba situado á la
entrada de la calle y sobre la puerta se leía:
Barbichon, director de colegio.
Se prepara para el bachillerato.
Llamó Milón á la puerta y salió un anciano portero,
—¿El señor Barbichon?-—preguntó el coloso.
El portero, que no estaba acostumbrado á tratar con
gente de librea, saludó en Milón á alguna opulenta fami-
lia y le acompañó con mucha ceremonia, haciéndole atra:
vesar el patio de recreo, á un pabellón sobre cuya puer-
ta se lefa un rótulo que decía: Economato.
En éste se hallaba un hombrecillo rechoncho y calvo y
con, las gafas caídas sobre la nariz, sentado ante una mesa
llena de libros y papeles.
Al ver entrar 4 Milón, levantó las gafas y le miró con
tanta benevolencia como su portero, que se marchó, de-
jándolos solos.
Vengo á4 ver al señor—dijo Milón, que permanecía
en pie, rehusando tomar el asiento que le ofrecía, —para
enterarme de cómo sigue el niño que le confiaron hace
dos años.
—¿Y quién?
—Mi amo, que pagó por adelantado los honorarios de
dos años.
«¿Quién es vuestro amo?
-El mayor Avatar.
SÍ, eso es—respondió el director del colegio.—El niño
está aquí y se encuentra muy bien. Es además muy inte-
ligente y aprende bien cuanto se le enseña. ¿No es esto
todo lo que queréis saber?
¿No se interesó nunca nadie por él?
—Nadie; ¿por qué me lo preguntáis?