MORE
= 217 —
bre que quiere librarse de la muerte, empleando para
ello todos los medios posibles, y por esto repitió:
De modo, que cuando lo sepáis todo, me protlegeréis
y ocultaréis...
—Si—contestó el Muñeco.
—¡Tengo miedo!—murmuró el Español y sus dientes
entrechocaban, y todo, en su actitud, revelaba una gran
angustia.
¡Habla de una vez, ya que no eres más que un cria-
do!—ordenó el Muñeco.
—Hablaré. La Hermosa Jardinera se llama Rumia.
—Lo sé.
--Fué la querida de Perdido, al que mató el marqués
de Maurevers.
—¿Y qué ha sido del marqués?
—Lo tiene en su poder.
—¿Vive aún?
—Sí, si se puede llamar vida al estado en que se en-
cuentra.
—¿Cómo está?
—Embrutecido y loco. Pasa sin transición de la risa 4
las lágrimas, de la plegría á la tristeza, y sufre mil muer-
tes cada día. Su existencia es un suplicio sin fin-—y, co-
mo sí estuviese muy aterrado, añadió:—Y la suerte del
marqués, les está reservada á su hijo, á esa señora que es-
tá ya en poder de la Hermosa Jardinera, y también cuen-
ta que la tendréis vos.
—Aun no me tiene en su poder—murmuró el Muñeco.
—No conviene luchar con ella—prosiguió el Español,
——ni tratarla como á una mujer, porque es una fiera á la
que hay que matar.
Para matarla — dijo friamente el Muñeco, — necesito
saber en dónde está.
—Ya os lo dije: en Saint Mandé.
—¿Sola ?
No, con dos gitanos que la son fie
s en cuerpo y al-
ma; pero yo sé el medio de matarla, sin que aquellos
puedan defenderla. La casa de Saint Mandé es doble.
—¿Qué queréis decir?
—En lo alto, es decir, del suelo para arriba, es una casa
nueva, cuya construcción no está concluída, y en la que
po vive nadie. Existe un vasto sótano, dispuesto como un